La traición republicana

Juan Carlos Botero
10 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Hace poco escribí sobre la falta de vergüenza del Partido Republicano en EE. UU. El mismo de Lincoln, que antes combatió la desigualdad y el racismo, ahora exhibe cero solidaridad con quien sufre la injusticia política, religiosa o social, y ninguna compasión con quien más la necesita. El partido que antes luchó por los desamparados ahora les declara la guerra a los más inermes, como los niños arrancados de brazos a sus padres en la frontera. Y mientras su líder supremo, a quien mantienen en el poder, rechaza la ciencia del cambio climático, maltrata a las mujeres, a todas las minorías, y a sus grandes socios y aliados internacionales, para rematar ahora elogia a los dictadores más infames y se alía con el peor enemigo del país. Este partido es culpable de la mayor hipocresía que se ha visto en años, y está cometiendo una traición a la patria.

Está claro: el Partido Republicano renunció a sus principios y a su norte moral, y ahora sólo le interesa el poder. Defiende la industria de las armas de fuego, y cada vez que hay una masacre, que en EE. UU. es semanal, dicen que no es tiempo para hablar del control de armas y aplazan el debate hasta la inercia total. No están dispuestos a contemplar las medidas más elementales para impedir estas matanzas, leyes que existen en todas las naciones industrializadas menos en EE. UU., y por eso, mientras que en un país como Japón hay unas 20 muertes por armas de fuego al año, en EE. UU. hay 33.000. Con tal de proteger la industria que les financia sus campañas, aceptan que ocurra una matanza en un colegio cada 60 horas. Mejor dicho, esta gente tiene las manos bañadas en sangre.

No sólo eso. Antes se proclamaban defensores de la religión cristiana, de la familia y de los valores tradicionales, y si un político se desviaba un ápice de esos principios era excomulgado y fustigado con los rayos de su ira moralista. Pero ahora esos mismos creyentes apoyan en masa a un libertino, que contrata prostitutas mientras su esposa da a luz a su hijo, y luego las soborna para callarlas. Y también apoyan a escorias como Roy Moore, un abusador de menores de edad. De modo que no quiero volver a oír jamás a estos fariseos ufanarse de ser los defensores del matrimonio y de la familia tradicional. Han quemado ese discurso para siempre.

Y también quemaron otro, su predilecto: su supuesta seriedad fiscal. Cuando Obama intentó pasar 500 proyectos de ley para aumentar el empleo, los republicanos los tumbaron todos. ¿Y por qué? Por su “gran preocupación con la deuda nacional”. Pero esa cantaleta resultó ser una gran mentira. Porque ese partido pasó una reforma tributaria para bajarles los impuestos a los ricos y recortarles la ayuda a los pobres, y lo hicieron a golpes y a galope, sin debates públicos, opiniones de expertos ni explicaciones al pueblo, y aumentando la deuda que tanto les alarma en más de un trillón de dólares. ¿Y cómo festejaron su triunfo tan cínico e hipócrita? Con fotos delante del Capitolio, soltando carcajadas de la dicha. Sin vergüenza.

Esta conducta constituye una amenaza nacional y mundial. Porque Trump es un ignorante que representa un peligro para su país y para todo el planeta. Pero lo grave no es sólo él, sino quien lo sostiene en el poder, el Partido Republicano. Y duele pensar que es el mismo de Abraham Lincoln.

 

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