La trampa de Uribe

Santiago Gamboa
23 de marzo de 2019 - 07:00 a. m.

Ya volvimos a caer todos en la trampa de Uribe. Caímos y nos hundimos. Porque su plan, de cara a las elecciones de octubre y ante la baja popularidad de su tercer gobierno, es volver a lo conocido, al terreno en el que se siente imbatible: el viejo juego del Sí contra el No del plebiscito, el de una Colombia partida en dos mitades sangrantes. Es el caldo en el que sus cultivos prosperan, su fórmula ganadora en un país en el que la mayoría de la gente respira resentimiento, ignorancia y grosería (véase, como ejemplo, el video de la chica Wills). Fue la estrategia con la que ganó no sólo el plebiscito, sino su tercera presidencia. Por eso fue tan acertada la entrevista de este diario a Sergio Jaramillo sobre las objeciones del Gobierno a la ley de la JEP. Para Jaramillo, esa leguleyada no tiene otra finalidad que la de poner a la población en pie de guerra de cara a las elecciones. Porque Uribe sabe que, si el país moderniza su agenda política, sus horas están contadas. Como dijo su célebre jefe de campaña del No: “La idea es que la gente salga a votar emputada”.

Mantener a la gente emputada. Sus peones ya lo están haciendo en diferentes escenarios. Paloma Valencia, por ejemplo, insultando a los senadores de la FARC, lo que enciende las iras del público en ciudades, montes y veredas. O ese otro recordatorio permanente de que el ser humano proviene del mono, la senadora María Fernanda Cabal, que ya salió a los medios a decir sus consabidas groserías y bobadas por las que le pagamos, óigase bien, $30 millones mensuales de sueldo. Es la repetición de lo ya vivido. Tengo incluso la sensación de haber escrito ya esta columna.

Del lado de la razón, el único funcionario que salva la dignidad de este país es el procurador Fernando Carrillo, que, por supuesto, ya fue atacado por una de las fichas más siniestras del Centro Democrático, el senador Macías, autor del tristemente célebre discurso contra Santos a cambio del premio con el que sueñan tantos autodidactas: recibir todas las medallas que otorga la Presidencia, incluida la Cruz de Boyacá, que luego de conferírsele a él ya no tienen más valor que el de una tapa de gaseosa.

Este es el escenario que nos espera en el 2019. El regreso al pasado. Uribe y los suyos están reencauchando un tema tan derogado como el del supuesto conejo a su victoria con el No. Pero ¿no negociaron 400 cambios con el Gobierno? ¿No fue aprobado después por el Congreso? ¿Qué autoridad moral reivindican con ese triunfo? Si lo que Uribe quiere es recordar, recordemos que fue una victoria hecha de mentiras y fraudes, engañando al elector con inventos tan increíbles como la “homosexualización” del país, que las iglesias evangélicas, refugio de figuras esperpénticas de la política, repitieron a sus adictos hasta convencerlos de semejante idiotez. Porque gente poco educada, predispuesta a creer las sandeces que le dicen, hay mucha y les conviene; por eso odian la educación pública y gratuita. ¿Esa es la victoria de la democracia que reivindica Uribe? Ahí no ganó la democracia, lejos de eso. Dejando de lado algunos sectores conservadores de buena fe, lo que hubo fue una victoria de la ignorancia sobre el interés nacional. Como pasará el próximo octubre, supongo.

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