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La ‘trampa’ uribista

Mario Morales
02 de febrero de 2009 - 04:46 a. m.

HEMOS CAÍDO REDONDOS EN LA trampa. Sin darnos cuenta confundimos el fin con los medios. Por eso, con su habilidad para perturbar, el presidente Uribe ha puesto “sus políticas” como meta generacional y para quien aspire a sucederlo.

Ese ardid se conoce en ciencia política y en el ámbito empresarial, como dirección por actividades, en la que el efectismo de la coyuntura diluye los propósitos fundamentales.

Al reemplazar el qué por el cómo, Uribe, como lo dijo en Alemania, se endosó el destino del país y nos ha hecho olvidar que todos, incluida esta generación, en vez de una guerra eternizada, tienen el derecho a exigir una paz tan pronta como sólida.

El embeleco de que “sus políticas” deben perpetuarse, como si no fuera posible otras, ha enrarecido la escena nacional hasta el punto de convertirla en un culebrón de pésima factura, que hierve como una hoguera de vanidades, traiciones y ambiciones que han dado al traste con la gobernabilidad.

El evidente cambio en el ambiente internacional impone que precandidatos y partidos ‘desuribicen’ y ‘desfarquicen’ la agenda política y le planteen al país, dejando el miedo de la encuestitis y el unanimismo estadístico, una agenda distinta con la perspectiva de la paz como proyecto a corto plazo. Eso sí, sin caer en la misma trampa,  como sucedió con Pastrana, de convertirla en una meta por sí misma.

Más allá de la mitificación del guerrerismo o del oportunismo de la guerrilla, con su juego macabro de secuestros y liberaciones a cuentagotas, el país reclama en esta hora un proyecto que, como sucedió en El Salvador o Nicaragua, haga la paz de una vez por todas, incluso negociada, sobre todo ahora, si le creemos a la seguridad democrática, que la insurgencia está debilitada.

El civilismo, la libertad y el progreso son metas que requerimos, la guerra o el diálogo son sólo métodos para conseguirlas y los ciudadanos tienen derecho a elegir, a sabiendas de que está en juego no sólo la suerte de otras generaciones sino su propio presente. Y sólo se vive una vez.

www.mariomorales.info

 

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