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La tribuna del presidente

Santiago Villa
12 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.

Fue un alivio recibir una buena noticia entre tantas malas que nos han caído desde que Iván Duque asumió la presidencia. Siendo la peor el cuentagotas de muertos que ha desembocado en el retorno de las masacres y la reanudación del conflicto armado interno (debí corregir esta oración la primera vez que la escribí porque terminé la oración con el apropiado lapsus de “conflicto armado intenso”).

Si bien el manejo de la COVID-19 ha tenido desaciertos graves, soy menos propenso a saltar por reflejo a la crítica en este tema. Todos los países de la región han tenido serios fracasos. Hay elementos estructurales que dificultan la importación y aplicación masiva de la vacuna en Colombia, así como decisiones que en su momento se tomaron por buenos motivos, pero que terminaron retrasando la distribución de la vacuna. Es fácil emitir juicios retrospectivos.

Sin embargo, hacer trizas el acuerdo de paz y empujar al país de nuevo a la guerra fue una maniobra calculada. Para eso y la reanudación de las aspersiones aéreas con glifosato a tierras campesinas no hay excusa. Es la crueldad inherente al uribismo.

Esta semana Iván Duque anuncia un estatuto migratorio para naturalizar a los 1,7 millones de inmigrantes y refugiados venezolanos (aún muchos menos que los refugiados colombianos que hicieron su hogar en Venezuela durante las décadas pasadas).

No se trata de dar felicitaciones, ni aplaudir, ni darle hurras a Iván Duque. La presidencia no es un partido de fútbol y nosotros no somos su tribuna. Su decisión era la única salida que le daba dignidad a la tragedia que viven nuestros vecinos. Fue una decisión correcta y por ello también una sorpresa. Aunque llega por lo menos dos años tarde, alivia recibirla.

Hay cálculo político, claro. El anuncio coincide con el punto más bajo de aprobación de Duque, y le da una brisa de frescura a la imagen del presidente. Sin embargo, la maniobra tampoco está exenta de cierto riesgo, sobre todo porque entre la población colombiana sigue habiendo una dosis nada despreciable de rechazo al venezolano. La medida puede aún malinterpretarse entre el grueso de la población, que está enfrentando la crisis económica más profunda de nuestra generación.

La xenofobia, además, la han demostrado también nuestros dirigentes. La campaña de Iván Duque, con sus vallas diciendo “no quiero vivir como venezolano”, la alcaldesa Claudia López hablando de los delincuentes venezolanos, y el senador Gustavo Bolívar, diciendo tonterías como que Duque hizo el estatuto para que los venezolanos votaran por él. Es una actitud extendida y automática. Está interiorizada.

Venezuela no se va a recuperar en el corto plazo. Quizás en el mediano, pero probablemente en el largo. El nuevo estatuto demuestra que el Estado puede abrir los ojos ante una situación que ya no era posible ignorar más. Exigía una solución ambiciosa. Una solución que también es temporal e incompleta. El estatuto llega en medio de una situación crítica para el país. Tras el año (por lo menos) que queda de pandemia, estaremos en la ruina. Necesitamos del talento y trabajo venezolanos para reconstruir y ponernos de pie.

Twitter: @santiagovillach

 

Atenas(06773)12 de febrero de 2021 - 02:40 p. m.
Y Roma locuta, causa finita cuando Santiago eructa. El negativismo del común de tan sabiohondos opinadores, q' bien calculan cómo seducir a la jauría, es su impronta. Me recuerdan a esos remalos profes, y la conciencia acusa, q' pa sentirse de mayor nivel primero achantaban al alumno con bromas ridículas antes de pelar sus fallas pa así ocultar las mañas.
UJUD(9371)13 de febrero de 2021 - 01:55 a. m.
El columnista acierta al escribir : " Tras el año (por lo menos) que nos queda de pandemia,estaremos en la ruina " . Se refiere a este gobierno ? Porque sí es un hecho que este gobierno es una pandemia,que nos lleva a la ruina. Gracias.
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