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La triple moral del glifosato

Carlos Enrique Moreno
26 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

En Colombia hay temas que manejamos con doble moral, pero con el glifosato tenemos una triple.

Primera, lo ambiental: Los requerimientos legales y algunos ambientalistas son tan estrictos que para asperjar revisan el coadyuvante, tamaño en micras de la gota, deriva, etc. y simulaciones para asegurar que no se tocará nada diferente a la mata de coca. Esto contrasta sustancialmente con el daño derivado de un cultivo no asperjado, daño ambiental enorme que desconocemos por mala información y porque para algunos resulta conveniente la desinformación. Veamos: por cada hectárea de coca sembrada, hubo que deforestar 2,5 hectáreas de bosque. La hoja de coca que produce esa hectárea requiere cada año, para su procesamiento, alrededor de 2.260 litros de gasolina, 406 kilos de cemento, 13 litros de ácido sulfúrico, dos litros de ácido clorhídrico, dos kilos de permanganato de potasio, solventes, urea y otros químicos. Los centros de procesamiento se ubican al lado de fuentes hídricas, porque el agua es indispensable para la mezcla. Luego esta “sopa tóxica” es vertida a nuestras aguas; en 200.000 hectáreas de coca, la sopa toxica equivale a casi 200 piscinas olímpicas por año, que envenena ríos, peces y el agua de nuestros campesinos. Entonces el discurso sobre cuidado ambiental carece de completitud, ponderación de daños y seriedad, porque desestima el MEGA daño ambiental y descalifica los datos científicos, que demuestran que asperjar glifosato no es más dañino para las áreas circundantes que los pesticidas, abonos y demás químicos con que se tratan la mayoría de los productos que van a nuestras mesas.

Pasemos a la segunda y más importante, la vida. De los 12.000 homicidios aproximados en Colombia en el 2019, más del 50 % son debidos a actividades sicariales relacionadas sobre todo con narcotráfico y minería ilegal, orquestadas por criminales organizados que asesinan a líderes sociales, campesinos, soldados y policías, para defender sus rentas ilegales. ¿Por qué no dirigimos nuestra protesta a la causa de las muertes que es el narcotráfico y apoyamos su combate, entre otras medidas, con la fumigación con glifosato? No hacerlo es desestimar el arma más importante para evitar estos asesinatos; además, oponerse a la fumigación con la técnica debida resulta muy cómodo y “progresista”, pero se olvida el sacrificio de las vidas humanas.

Miremos la tercera moral, “los campesinos no tienen más alternativa que cultivar coca y el negocio para ellos es rentable”. Según UNODC, el ingreso mensual de un hogar de cuatro miembros que cultive una hectárea de coca es de aproximadamente $860.000. La realidad es que la coca produce rentas gigantes, 243 veces más de lo que recibe el productor de hoja. ¿Entonces dónde se queda la plata? En los capos de la cadena ilegal. Este es un negocio de traquetos, NO de economía campesina. El glifosato no es la bala de plata para combatir esta tragedia nacional, pero es un elemento central y en la discusión del tema, los narcos nos han goleado como sociedad. Sin hablar de minas antipersonales, lavado de dinero, compra de jueces, autoridades y otras pestes como la permeación de la sociedad.

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