A mano alzada

La verdad se esfuma

Fernando Barbosa
22 de marzo de 2018 - 11:00 p. m.

Las “fake news” son apenas una punta de lo que puede significar una gran debacle: la pérdida de la confianza. Kobe Steel es la tercera acería de Japón y cuenta con más de un siglo de existencia. El año pasado protagonizó un enorme escándalo por falsificación de sus especificaciones (“fake specs”). Hace pocos días su presidente, Hiroya Kawasaki, renunció para asumir las responsabilidades del hecho. También lo hizo el vicepresidente ejecutivo al tiempo que se ordenó un recorte del 80 % de los ingresos de todos los directores y ejecutivos de la firma. Sin embargo, las revelaciones de Kawasaki superaron cualquier expectativa. En la rueda de prensa que convocó, reveló que los problemas de falsificación venían ocurriendo desde hace medio siglo. Con estas confesiones sobre las “fake specs” se ha hecho una radiografía aterradora del grado a que ha llegado la corrupción en el mundo entero y queda claro que la sal se corrompió.

Las sociedades se construyen sobre la confianza y cuando esta se pierde se hace imposible avanzar. Si frente a casos como el de Kobe Steel reaccionamos con preocupación, resulta asombroso que nos dejemos empujar hacia el abismo con la propagación de las “fake news”, que es otra forma de corrupción tan nociva como las demás. Cada andanada de mentiras que regamos por las redes profundiza el hueco en el que nos sepultamos. No es por un capricho que las noticias falsas debieran ser el centro de las preocupaciones de nuestra sociedad.

Una reciente investigación de RAND Corporation, The Decay of Truth, va más lejos y nos explica cómo ha sucedido el fenómeno. Primero, identifica la ocurrencia de procesos y sesgos cognitivos, los cambios en los sistemas de información, el sistema educativo y la polarización como los agentes del problema. Segundo, establece como actores del proceso a los medios, la academia y las organizaciones de investigación; a los políticos y al gobierno, y a las interferencias extranjeras.

Según RAND, todos estos hechos han creado cuatro tendencias: se ha incrementado el desacuerdo entre los hechos y los datos, se ha borrado la línea entre las opiniones y los hechos, se ha acentuado la prevalencia de las opiniones sobre los hechos y se ha debilitado la confianza en las fuentes de información respetadas. Y como consecuencia de este entramado, el reporte expone cuatro mayores consecuencias: la erosión del discurso civil, la parálisis política, la alienación y el desengaño, y la incertidumbre. ¿Quién puede gobernar así?

No podemos terminar en una lucha abismal, triste y sentimental. La democracia se está alejando en bombas de jabón y la campaña que está en curso no augura un buen término. El mercadeo electoral se consolida mientras el discurso para gobernar se esfuma.

 

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