La vuelta de Coronell

Javier Ortiz Cassiani
13 de junio de 2019 - 05:00 a. m.

Volvió Daniel Coronell a la revista Semana. En realidad lo trajeron. Recordemos que no se fue porque quiso, lo habían sacado. No sabemos cuál fue el tono ni los detalles de la conversación que tuvo en Miami con los directivos del semanario que facilitaron su vuelta, lo más probable es que nunca lo sepamos. Diré lo obvio: gana el periodismo, gana el país, gana la revista. Es un contrasentido que el periodista que desde hace 15 años ocupa el primer lugar en las encuestas de preferencia sobre columnistas de opinión en el país fuera sacado del medio en el que escribe. Pero bueno, ya la mayoría sabe lo que hay en el canto de la cabuya.

En todo caso este acontecimiento me permite decir otras obviedades que mutan a paradojas. El oficio de periodista en la nación está en crisis, pero en ningún momento de la historia los comunicadores habían tenido tanto poder e influencia en la sociedad. Los sueldos de los que diariamente firman sus notas en la prensa, por los que nadie toma un vuelo a Miami ni siquiera una flota a un pueblo de la sabana de Bogotá para negociar su vuelta, son deprimentes. Haga el ejercicio de preguntarles a quienes laboran en el periódico del lugar donde usted vive y se llevará una sorpresa. La presunción y el prestigio del nombre en tinta y letra de molde no son proporcionales a los salarios. Hay más, no solo son mal pagos, los despiden a diario de los diarios y las revistas. Un reportaje de La Liga Contra el Silencio —proyecto de la Fundación para la Libertad de Prensa—, de abril de este año, señala que entre diciembre de 2018 y marzo de 2019, 320 periodistas perdieron sus empleos. Y lo más grave no es esa cifra —que algunos consideran conservadora—, lo triste es saber que varios han perdido la vida o viven bajo amenaza y sin el blindaje mediático porque tienen el valor de seguir informando en zonas difíciles a través de medios alternativos.

Junto a eso —y aquí está la paradoja— hay algunos periodistas que ganan muy buenos sueldos, que se mueven como rock stars, divos de la comunicación. Generadores de opinión, omnipresentes que te acompañan en la casa, en el taxi, en la sala de espera del consultorio médico, en el sitio de trabajo... practicantes aventajados de un periodismo que raya en el matoneo, en el que los protagonistas son ellos y no la noticia, el acontecimiento o el personaje al que abordan en sus programas. Incapaces de mostrar los matices de la noticia, se alimentan del ejercicio fácil y reductor de mostrar las historias solo en sus extremos; coleccionistas compulsivos de odios y alabanzas. Hace tres días uno de ellos dijo a través de su cuenta de Twitter que había tomado la decisión de no entrevistar a Jesús Santrich en la cadena de noticias donde trabaja porque “las acusaciones y pruebas en su contra lo muestran como narcotraficante”. ¿También son fiscales y jueces?

Después de la salida de Coronell de la revista Semana, la mayoría de las personas con las que tuve conversaciones de café me hablaron de que cancelaron o iban a cancelar su suscripción a la revista o que no la leerían más en la red. Sin duda los cálculos se hicieron y justificaron un vuelo de emergencia a Miami. Bueno que haya vuelto la columna de Coronell. Como dije, gana el periodismo, el país y la revista, pero también debería servir como excusa para preguntarse por el periodismo que se hace en Colombia.

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