La vulnerabilidad del sector externo

Eduardo Sarmiento
02 de junio de 2019 - 02:00 a. m.

Las firmas calificadoras de riesgo partieron diferencias. Standard & Poor's mejoró la calificación del país y Fitch la redujo.  Sin embargo, los informes de las dos instituciones son similares y las objeciones o comentarios se refieren a aspectos universales qué son aplicables en todos los países. Las prioridades de los gobiernos de ajustarse a las recomendaciones para obtener altas calificaciones dejan de lado las estructuras fundamentales que determinan el bienestar económico y social de la población. 

Es especialmente preocupante el tratamiento al sector externo. Si bien se acepta el desbalance externo, se supone que se corrige con los mecanismos de libre comercio que vienen de la apertura de 1991. No se advierte que la economía colombiana, y en general de América Latina, son altamente dependientes del sector externo. Las crisis económicas se han originado por grandes desbalances en las cuentas externas. 

El despegue de la economía tan sólo vino a verse en 1967, cuando la administración Lleras Restrepo estableció el control de cambios y adoptó un marco general para propiciar las exportaciones y la sustitución de importaciones.  En los 24 años siguientes (1967-1991) el país alcanzó el mejor desempeño económico de la historia registrada. Luego, la apertura económica de 1991 propició la especialización en los productos que pueden ser elaborados más fácilmente, como ocurre con la minería. No se reconoció que estos productos en los países en desarrollo son los de menor complejidad y productividad del trabajo. Por eso, lo que Colombia ganó por la especialización en los productos de ventaja comparativa y adquirir los demás a menores precios en el exterior, lo perdió por la ampliación de la brecha de productividad y salarios con los países desarrollados. 

Se incurrió en el grave error teórico de las teorías neoclásicas que proclaman que los beneficios del comercio internacional están fundamentalmente en la especialización en los bienes que se elaboran más fácilmente, es decir los que tienen ventaja comparativa. No es cierto. Los mayores beneficios del comercio internacional están en la contribución tecnológica y en la canasta de productividad del trabajo y salarios.

El país ha regresado a mediados del siglo pasado cuando el desempeño de la economía era determinado por el sector externo. Opera con un déficit en cuenta corriente de 4% del PIB, que reduce el ahorro, aumenta el endeudamiento y genera exceso de ahorro qué contrae la producción y aumenta la brecha entre salarios y productividad. En los últimos cinco años ha sido la causa del crecimiento del producto por debajo de 3%, el aumento del empleo cerca de cero y el mantenimiento del coeficiente de Gini en 0.52.

La gran pregunta es cómo modificar en Colombia la estructura productiva.  Es necesario acudir a la protección para que las empresas puedan compensar las desventajas con respecto a organizaciones que se iniciaron con anterioridad y han acumulado experiencia; hay que aliviar los costos de los bienes complejos para que puedan ser producidos y exportados. Adicionalmente, se requiere un marco macroeconómico que garantice el balance interno y un sistema cambiario regulado que refuerce los estímulos comerciales. En el pasado la coordinación administrativa se realizó por conducto de los consejos de productividad que contemplan sólo una cara de la moneda. Hoy en día el camino más propicio se encuentra en políticas industriales que actúen en forma directa sobre las empresas no solo para elevar la competitividad, sino más para modificar la estructura tecnológica y productiva.  

 

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