Ladrones de libros

Arturo Charria
22 de febrero de 2018 - 04:40 a. m.

Por estos días leí Operación Benjamin, una novela escrita por Carlos Hernández y cuya trama central es la de un grupo de estudiantes universitarios que decide robar una librería en Bogotá. No hay grandes motivaciones en las acciones de los personajes, solo tedio y tiempo libre; justifican el robo como si se tratara de un ejercicio argumentativo y de la misma forma se distribuyen roles y tareas.

La novela comienza con una cita del filósofo alemán Walter Benjamin: “Ustedes deben haber oído hablar de personas enfermas por haber perdido sus libros, o de otras que llegaron al crimen para conseguirlos”. Los personajes se reúnen en cafés, en bares, en bibliotecas y en sus casas; planean el robo con lecturas de sus clases y van acumulando citas sobre grandes asaltos —como si estuvieran componiendo una antología literaria del crimen—. Sus grandes referentes son libros anarquistas, manuales de guerrillas urbanas del Cono Sur y una selección de películas que consiguen en un local especializado en cine arte de San Andresito que se llama Blue Velvet.

Operación Benjamin habla de las horas muertas en la vida universitaria, en donde las conversaciones intrascendentes y repetitivas llenan ese espacio. Los personajes aspiran a convertirse en intelectuales, pero es un camino largo y prefieren los atajos, por eso hablan durante horas de proyectos que nunca comienzan. Sin embargo, el robo a una librería va tomando fuerza hasta convertirse en su obsesión. En la novela las bibliotecas juegan un papel fundamental, como espacio que contiene libros, como espejo que refleja la vanidad de los personajes y como un proyecto de formación. Así, la novela afirma que “toda gran biblioteca tiene una buena parte de literatura que podría considerarse robada o, como mínimo, dejada en consignación a perpetuidad”. Aunque también hay bibliotecas que se alimentan exclusivamente de libros “recuperados” como decía Iván, uno de los personajes de Operación Benjamin, quien tenía una sección completa de su biblioteca con los libros que había robado.

Uno de los grandes ladrones de libros en el mundo literario es Ulises Lima, protagonista de Los detectives salvajes. Ulises Lima también aparece en la novela de Carlos Hernández; es un personaje excéntrico y solitario con el que nunca interactúan los protagonistas de la novela, siempre está en una mesa del bar que suelen frecuentar Iván y sus cómplices. En uno de los tantos encuentros Iván descubre que Ignacio está leyendo Los detectives salvajes y le pregunta si lo robó. Al saber que Ignacio lo había comprado en la universidad, consideró que era una doble traición: habían jurado no comprar libros salvo para hacer “trabajo de campo” en la librería que robarían y, además, era una traición como lector, pues existe una larga tradición de robar ese libro en especial. Paso seguido, Iván le señala a Ignacio pasajes enteros de Los detectives salvajes en los que explican cómo robar libros.

La novela está llena de intertextos, listas y catálogos de libros que están leyendo o que no leen los personajes, pero de los que hablan con absoluta convicción. Uno de los protagonistas construye una breve antología de poesía útil que se aprende de memoria para recitar a las amantes que nunca tiene; la antología se encuentra dispersa a lo largo de los capítulos y tiene las variaciones que le hacen los personajes para aumentar su “efectividad”. Todos los personajes van caminando o ya están en el café que queda frente a la librería, todos menos uno, pues ese día decide caminar por la ciudad en sentido opuesto a la dirección en donde se pusieron la cita para ejecutar la Operación.

@arturocharria

charriahernandez@hotmail.com

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