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Larga tarea para las cortes

Eduardo Barajas Sandoval
26 de julio de 2008 - 01:55 a. m.

A los tribunales de la justicia penal internacional les va llegando cada día más trabajo, en la medida que crece la lista de los llamados a responder ante esas instancias.

Al paso que vamos, dicen los conocedores, estamos cerca de la consolidación de un aparato de justicia que supere las deficiencias de los sistemas judiciales de cubrimiento nacional y no pasará mucho tiempo antes de que los nombres de muchos notables de provincia que escapen a la justicia de su país terminen por ser juzgados por jueces de talla mundial.

La detención de Radovan Karadzic, antiguo presidente de la fallida República Serbia de  Bosnia, disfrazado ahora de gurú de las ciencias curativas alternas, ha dado nuevo aliento a la razón de ser de cortes formadas para atender problemas que escaparían a la capacidad de juzgamiento de tribunales nacionales.

Lo importante es que el nombre de Karadzic, que trató de evitar, mediante el genocidio, el surgimiento de una Bosnia musulmana, se viene a sumar al de protagonistas o impulsores de hechos violatorios de derechos elementales en Liberia, Congo, Camboya, Sudan y Rwanda,

La creación, en 1993, de un tribunal penal para juzgar los delitos cometidos en el dramático proceso de disolución de la antigua Yugoslavia, inauguró no sólo un proceso de aparición de tribunales de cubrimiento y perspectiva internacional, sino que significó el establecimiento de una modalidad de provisión de justicia que corresponde a fenómenos y requerimientos de nuestra nueva era de globalización.

En la medida que esta y las otras cortes, en particular la Corte Penal Internacional, demuestren su utilidad no sólo por su eficiencia sino por la calidad y la respetabilidad de sus fallos, al mundo le espera la aparición de una jurisprudencia que sirva de disuasión a tanto señor local de ánimo guerrero que hasta ahora haya abrigado la esperanza de quedar en la impunidad, al abrigo de un ordenamiento jurídico interno que puede ser manipulado con facilidad.

La lista a la que ahora ha ingresado el denominado popularmente carnicero de Bosnia, no hará sino crecer, en la medida que las Cortes de la nueva modalidad superen la prueba de ecuanimidad y calidad a la que también se encuentran sometidas, no sólo por el hecho de existir sino por los casos que deben tratar.  Casos que por lo general obligan a poner en la balanza tanto consideraciones políticas y culturales como otras de naturaleza estrictamente jurídica, relacionadas con valores fundamentales.

Mark Levine, profesor de historia del Medio Oriente en una universidad de California, ha puesto en la discusión pública un tema que, aunque no despierte por el momento demasiado interés, puede llegar a ser objeto de controversias y discusiones futuras, dignas de la mayor atención: la eventualidad de que el saliente Presidente de los Estados Unidos llegue a ser juzgado por las acciones bélicas, y daños colaterales, que desató en Irak.  La advertencia proviene al parecer del clima creado por la reciente acusación formulada por la Corte Penal Internacional en contra del Presidente de Sudán, y puede llegar a dañar el sueño de unos cuantos gobernantes.

Por exagerada que a algunos les parezca la consideración del profesor Levine, no deja de ser una advertencia para jefes de estado, comandantes en jefe, cabecillas, inspiradores o protectores de grupos irregulares, estrategas, líderes políticos y hasta activistas sociales que, de manera deliberada o intuitiva, tengan en su agenda el desarrollo de acciones que desencadenen guerras internas o exteriores o que signifiquen apoyo a organizaciones terroristas o dedicadas a la violación de derechos esenciales, de aquellos que merecen protección en todo tiempo y en todo lugar.  Que a  nadie sorprenda el contenido de la lista a la vuelta de unos diez años.  edubaras@yahoo.com 

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