Las armas, bah, las armas

Lorenzo Madrigal
18 de junio de 2017 - 08:35 p. m.

Las armas, como las hierbas del campo, hoy son y mañana no parecen. Siempre están cuando se las necesita para agredir, pocas veces cuando son menester para la defensa, especialmente de los indefensos. Instrumento de cobardía, también de gran soberbia y predominio, pero últimamente, en negociaciones de paz, son, antes que otra cosa, un símbolo.

Que si son unas cuantas, que si son menos o si faltan en su mayoría o si están ocultas en caletas. Quién va a saberlo. La ONU les echa cerrojo a algunas en contenedores, para de allí sacarlas con destino a monumentos, uno a Tirofijo en La Habana, supongo; otro a Santos, diría yo, en Washington y por último uno a Rodrigo Londoño en alguna vereda, de las que les han adjudicado o quizás, replicando la efigie, en todas. Monumentos que en alguna victoria de la oposición, hoy apabullada, otro Londoño volvería trizas.

No especulemos. Las armas son bienes (¿bienes?) perecibles, como está dicho, no les harán falta a quienes saben dónde y con qué dinero reponerlas, en el mercado negro internacional. Qué más da entregarlas, qué más da dejarlas oxidar o que queden fundidas o confundidas en manos de la ONU o de la OEA, custodiadas por unos señores que poco o nada saben del país o, acaso, por Felipe González, quien celebró su entrega, antes de regresar para broncearse en la Costa Brava o por el benemérito Pepe Mujica, quien, despreocupado, se las podría entregar a una manga de inútiles para que ojalá las dejen perder.

Es bien curioso cómo el hombre inventó estos dispensadores de muerte, que pueden destruir al ser humano, accionados por otro ser humano de iguales condiciones y debilidades orgánicas, que sabe dónde duele, por dónde se riega la sangre de sus venas, dónde el ahogo y cuál el paso para convertir al semejante en un despojo desechable. Pero, por ahora, el que dispara es el invencible, el dominador, de ahí que el arma sea la materialización de la injusticia y de la cobardía.

La nueva Constitución de Colombia se habrá construido con el armamento que hora se encajona. Ese es su noble origen, esa la fuente del nuevo derecho, hoy fueron estas armas, mañana serán las de otros rebeldes, pues ningún grupo social en el futuro considerará agotada la opción de orden con que se ha reglado el pasado y menos si ha tenido origen en una coacción armada. O nos aceptan con nuestros postulados y métodos o esto lo volvemos un caos de muerte y destrucción de los bienes sociales, dijeron los de hoy y lo podrán repetir los de mañana. Y siempre habrá gobiernos obsecuentes.

Bonito gesto, en todo caso, esta dejación —virtual— de armas y bonitas ellas, aunque las detesto. De las armas, no me caen tan mal las pistolas, tal vez por haber tenido de niño una que disparaba agua.

 

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