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Las aves carroñeras

Felipe Zuleta Lleras
09 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Como si se tratara de un cuerpo insepulto y pestilente, un grupo de congresistas del Centro Democrático ha decidido, como aves carroñeras, desmembrar a nuestra ya vulnerada Constitución proponiendo, sin ningún pudor, una asamblea nacional constituyente con nombre propio: Álvaro Uribe Vélez.

Esta irrazonable iniciativa fue explicada (entre lágrimas y sollozos) por la senadora Paloma Valencia, quien ciertamente piensa más con el hígado que con la cabeza. Por eso recordé a mi magnífico profesor de derecho constitucional, Manuel Gaona Cruz (asesinado en el Palacio de Justicia), quien sostenía que el peligro de las asambleas constituyentes es que uno sabe cómo arrancan, pero nunca sabe cómo terminan.

No discuto que el país necesita una reforma a la justicia. Pero no para acabar con las altas cortes, como quieren el expresidente Uribe y sus protervos parlamentarios. Se trata de, fundamentalmente, hacer que el ciudadano pueda encontrar una justicia oportuna y eficaz. Y eso, entre otros asuntos, se puede hacer mediante leyes.

Meter al país a una asamblea constituyente es un acto irresponsable, populista y desesperado. Por supuesto no me sorprende, porque el hoy detenido expresidente ha demostrado su hostilidad hacia las cortes. Quieren estas peligrosas aves carroñeras acabar con la Suprema, la JEP, el Consejo de Estado y la Corte Constitucional. Les incomoda profundamente el Estado de derecho salvo que ellos sean el Estado y tengan el derecho.

Ya el uribismo moldeó en 2006 la Carta Magna a la medida del patrón para satisfacer las ambiciones del expresidente Uribe cuando se hizo reelegir. Y de las desastrosas consecuencias mejor ni hablemos. Por fortuna el presidente Duque se distanció de esta iniciativa. Si bien no descartó de plano la asamblea, prefirió hablar de una reforma, pero hecha por los mecanismos institucionales que tiene el Congreso.

Habría que pedirles a la H. senadora Paloma Valencia y a sus compañeros del parlamento que se tranquilicen y entiendan que modificar la Constitución a las patadas no le solucionará el tema jurídico al expresidente Uribe. La Constitución, faltaba más, no puede estar sometida al vaivén de hechos coyunturales ni a las ambiciones personales.

Las providencias y sentencias de los jueces no pueden pasar por la polarización del país ni las ideologías políticas de absolutamente nadie. Uno puede no estar de acuerdo con sentencias de las altas cortes, pero, como corresponde, hay que respetarlas. Ahora bien, el uribismo tiene derecho a estar inconforme con la decisión de la Corte Suprema, pero no puede pretender que las providencias los dejen satisfechos siempre. ¿Acaso no fue la Corte Constitucional la que le otorgó al exministro Andrés Felipe Arias la posibilidad de la segunda instancia?

Que no se equivoquen los congresistas del Centro Democrático: Colombia ya no traga entero ni es, como lo fue en otras épocas, la finca de absolutamente nadie. ¡El país no es El Ubérrimo!

 

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