Las lecciones de la reforma de Córdoba

Dolly Montoya Castaño
23 de junio de 2018 - 01:45 a. m.

Del 10 al 15 de junio pasado, más de 1.000 personas de distintos países se dieron cita en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) para participar en la Tercera Conferencia Regional de Educación Superior (CRES-2018), cuyo propósito era convertirse en un escenario de reflexión sobre el presente y el futuro de la educación en América Latina, y al mismo tiempo conmemorar el centenario de la reforma de Córdoba. Como resultado del encuentro se produjo la “Declaración y Plan de Acción sobre la Educación Superior en América Latina y el Caribe”, que resalta el deber del Estado de promover y fomentar el acceso a la educación y la cultura. Adicionalmente, la Declaración rescata el espíritu de la reforma manteniendo la convicción de la educación como un bien público.

A cien años de la apuesta reformista en Córdoba, cabe señalar que pocos movimientos estudiantiles en la historia de la humanidad han trascendido su lugar de origen como lo ha hecho el impulsado por la Federación Universitaria de Córdoba. Esta iniciativa, que lideró una generación de estudiantes hartos de un sistema de educación ajeno a la realidad del país, buscaba una universidad libre del yugo colonial, con mayor participación de toda la comunidad académica en la toma de decisiones, la renovación de los métodos pedagógicos y la libre expresión del pensamiento en las aulas. Así mismo, influyó rápidamente en los jóvenes del continente que también promovieron las reformas desde distintas latitudes. Algunos con mayor éxito que otros, retomaron las banderas de la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y docencia libre, la investigación como función de la universidad y su compromiso con la sociedad. Estas ideas son transversales a cualquier institución de educación superior que quiera denominarse universidad, por cuanto, para ser llamada como tal, debe ser universal, autónoma, científica y corporativa.

En la Colombia de los años 20 las ideas de la reforma tuvieron amplio eco, pero poca implementación. Y antes de su aparición, durante el siglo XIX, diversos intelectuales habían defendido férreamente la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, entre ellos el primer rector de la Universidad Nacional, Manuel Ancízar, quien renunció a su cargo debido a la imposición de textos que debían ser enseñados en las aulas de la naciente Universidad Nacional, por parte del Gobierno central.

La autonomía universitaria, esa que nos propusieron los impulsores de la reforma de Córdoba, debemos entenderla como el ejercicio responsable de la libertad, y le asigna a la universidad la función de formar mujeres y hombres libres, capaces de tomar sus propias decisiones, responsables de sus actos, que se respeten a sí mismos, a los demás y a la naturaleza. Por ello ha propiciado actitudes democráticas de profesores, estudiantes y trabajadores, dando la posibilidad de construir criterios propios y develar el conocimiento a partir de su comprensión.

La autonomía universitaria es fundamental para que la Universidad Nacional de Colombia ejerza con plena capacidad sus funciones misionales de investigación, extensión y formación en permanente diálogo social con las regiones. Desde 1986, la Institución ha promovido diversas estrategias para fomentar el acceso con equidad a la educación superior; ha creado, entre otros, programas especiales de admisión tanto a miembros de comunidades pertenecientes a la diversidad plurilingüe y pluricultural del país, como a integrantes de comunidades pobres y víctimas del conflicto armado (programa PAES). En la misma línea de acción, la Universidad creó en 2007 el Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (Peama), que ha permitido el acceso a la educación superior de jóvenes de las regiones más apartadas de Colombia, y además ha hecho posible un diálogo incluyente de saberes entre la academia y estas comunidades, para comprender mejor el papel de la Universidad en el fortalecimiento del proyecto de nación que tiene como misión.

Frente a las diversas realidades que experimentan las universidades en nuestra región latinoamericana, vale la pena retomar el Manifiesto de Córdoba, un documento que le dio la vuelta al mundo y del cual quisiera rescatar la vigencia de su sentido crítico. Cabe señalar que en la actualidad se han fortalecido tanto el espíritu de colaboración de las universidades en América Latina, como una mayor conciencia de la necesidad de formar ciudadanos en un mundo globalizado. Sin embargo, creo que para formar seres integrales también es indispensable fomentar ambientes de respeto, llenos de cultura, arte y deporte para que la vivencia en la universidad y la formación profesional preparen hombres y mujeres en libertad con un profundo sentido ético y universal.

Del Manifiesto les dejo una frase reveladora: La autoridad en un hogar de estudiantes no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”.

* Rectora, Universidad Nacional de Colombia.

@DollyMontoyaUN

 

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