Las siembras de coca

Santiago Montenegro
05 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

Según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), la siembra de coca en 2018 se estancó y cayó levemente, situándose en 169.000 hectáreas. Después de caer a unas 45.000 hectáreas en 2013, el área sembrada creció exponencialmente hasta alcanzar la cifra más alta en la historia en 2017: 171.000 hectáreas. La cifra del 2018 es alentadora, pero no podemos quedarnos dormidos, pues es la segunda más alta desde el año 2000. Así, otro año más, Colombia aparece inundada de coca con un nivel que representa un 70 % de la coca producida por todos los países andinos. Solo el departamento de Nariño produce más coca que todo el Perú.

Es alentador que el área sembrada no haya seguido creciendo, pero no se puede ser triunfalista y no se pueden ocultar la gravedad y los riesgos para el país de estas siembras y de la concomitante producción de pasta, de base y de clorhidrato de cocaína. Según dos expertos que consulté, un 98 % de los asesinatos de los líderes sociales se localizan en zonas donde existen cultivos ilícitos y estas cadenas de procesamiento. Según esos mismos expertos, la transformación de la hoja de coca en pasta, base y clorhidrato de cocaína, al utilizar una gran variedad de químicos, es extremadamente contaminante de los suelos, quebradas y ríos y muy dañina para la salud de las personas que viven en esas regiones.

¿Qué debemos hacer para terminar con este flagelo? En mi opinión, necesitamos tres acciones. En primer lugar, debemos entender por qué se disparó la siembra de coca a partir del 2013. Creo que ese diagnóstico no se ha hecho a cabalidad y creo que es menester hacerlo para no volver a cometer los mismos errores. Segundo, debe haber un plan de sustitución, no de cultivos, sino de negocios.

Me explico: la coca hace parte de un plan de negocio que involucra, no solo la siembras, sino una larga cadena de procesamiento, de transporte y de exportación hacia los mercados consumidores. Así, este plan de negocio debe ser sustituido por otro plan de negocio. Más que pensar en los llamados proyectos productivos, como sembrar yuca o plátano, hay que plantear un plan de negocio completo para estos y otros productos, desde su siembra hasta su comercialización en las ciudades. Por supuesto, esta opción demanda tiempo, estudio y una mirada de largo plazo que contraviene las presiones para mostrar resultados de corto plazo. Tercero, además de planes de negocio es inevitable un plan de erradicación forzosa de los cultivos ilícitos, con una combinación de herramientas como erradicación manual, golpes a organizaciones criminales y un programa de pagos para erradicación, que evite los torpes incentivos perversos para la resiembra de cultivos, que se hizo en el Gobierno anterior. Tarde o temprano será necesario también reintroducir la aspersión área, cuya justificación deberá tener en cuenta la contaminación y el enorme daño a la salud que ya está causando la siembra de coca y la producción de pasta, base y clorhidrato de cocaína.

Aunque se rompió la tendencia al alza, los cultivos de coca y el narcotráfico siguen siendo la mayor amenaza para la seguridad y para la estabilidad institucional de nuestro país. Es imperativo alcanzar un gran acuerdo nacional y una política de Estado de lucha contra las drogas ilícitas.

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