Le lava, le alaba

Nicolás Rodríguez
23 de marzo de 2018 - 08:15 p. m.

Uno de los grandes lugares comunes de toda campaña electoral es declarar la muerte de la izquierda y la derecha como ideas que dan alguna coherencia y sentido al mundo político. El candidato presidencial del uribismo no iba a ser la excepción.

“Yo siempre me he considerado una persona de centro”: así se ve a sí mismo el encargado de asumir las riendas de un partido que gira en torno a los deseos de una sola persona. Tan respetuoso de todos y todas resultó Duque en su centro imaginado, que su plataforma política arrancó con que fue el que dijo Uribe. No se entiende cómo es eso posible o siquiera lógico, pero desde el centro, entonces, Duque decidió que su lugar natural era en las toldas de un caudillo. El suyo es un centro imposible. Una derecha.

Lo que es peor: muchos le creen. Le ayudan su juventud y trayectoria; el paso por organismos financieros internacionales; el tono moderado, el corte de tecnócrata. Duque es el que dijo Uribe, pero también es el que Uribe necesitaba. Su talante tiene el efecto de un lavaplatos arranca grasas.

Es más: en muchos sentidos el candidato de la derecha hasta es un liberal. No es por nada que la voz sectaria de Londoño inmediatamente pudo lo trató de “mozalbete inteligentón”. Saben en lo más roñoso del Centro Democrático que, tan pronto pueda, Duque se les voltea. Lo que no está tan claro es a qué precio.

¿Habrá quién lo reciba y podrá dormir tranquilo una vez le haya vendido ya no solo el alma sino el cuerpo al diablo? Es decir, ¿qué es más grave? ¿Ser un facho prohibicionista que se sueña con meter marihuaneros a la cárcel? ¿O ser un conservador criado como liberal que le lava (y le alaba) el trabajo sucio a un facho?

Por lo menos con gente como Londoño, Ordóñez (hasta Marta Lucía) ya uno sabe a qué atenerse.

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