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Lección del 'ranking' presidencial

Alvaro Forero Tascón
13 de diciembre de 2010 - 02:58 a. m.

EN LOS RANKINGS DE PRESIDENTES norteamericanos, realizados entre expertos conocedores de la historia de ese país, siempre ha quedado en primer lugar Abraham Lincoln.

Eso dice mucho, no sólo sobre Lincoln, sino sobre la sociedad norteamericana. Muestra que ésta le otorga mayor jerarquía a los valores de unidad y respeto a los derechos, que representa Lincoln en su condición de vencedor de la guerra de secesión y liberador de los esclavos.

Si en lugar de Lincoln, en la cúspide de los rankings estuvieran presidentes representativos como Teodoro Roosevelt (4º en el ranking C-SPAN) o Truman (5º), o Reagan (10º), enfocados esencialmente en la expansión del poder norteamericano por la fuerza, la lectura sobre los valores fundamentales de los estadounidenses sería distinta.

En el ranking de presidentes colombianos está en primer lugar un mandatario que representa los valores de la concordia, de la paz y de la institucionalidad —Alberto Lleras Camargo— por haber suscrito un pacto político para detener la violencia sectaria, superar la dictadura y generar condiciones de estabilidad para facilitar la modernización del país. Que el presidente considerado como mejor, o más completo, sea también el primero en la categoría de probidad moral, es significativo tanto para valoración del ranking como para el análisis de la historia del país.

Algunos sostendrán que por haber estado la historia de Colombia marcada por guerras y violencia, ha debido quedar en primer lugar un presidente cuya obra de gobierno hubiera estado enfocada en el ejercicio de la autoridad, como Bolívar, Núñez o Uribe. Esa disyuntiva entre libertad y orden, entre Bolívar y Santander, ha sido eterna en la historia de la humanidad. En América Latina, hasta hace poco se había resuelto a favor del énfasis autoritario con la disculpa de que somos pueblos indómitos que requerimos mano firme antes que el ejercicio pleno de los derechos fundamentales. Después de doscientos años de vida republicana esa disyuntiva sigue plenamente vigente hoy en Colombia, cuando algunos descalifican por “blanda” y “riesgosa” la política del gobierno Santos de regresar a la unidad nacional, al respeto pleno de las instituciones y a la cooperación internacional, como los instrumentos adecuados para derrotar la violencia y modernizar al país simultáneamente.

Por eso es tan significativo el aporte del sondeo de liderazgo de los presidentes colombianos a las reflexiones sobre el Bicentenario. La opinión combinada de los expertos favoreció los resultados y los métodos de presidentes como Lleras Camargo, identificándolo como el que mejor representa la faceta prevalente del temperamento nacional, esa que mantuvo al país alejado del caudillismo, el autoritarismo y el populismo que aquejó al resto de América Latina durante el siglo pasado. El pronunciamiento de los expertos no es producto, como sostienen algunos sectariamente, de agendas partidistas, porque es el resultado de concepciones ideológicas diversas, sino de la evidencia histórica de que, aquellos que gobernaron con objetivos integrales y métodos democráticos, tuvieron un impacto más positivo en el largo plazo que aquellos que se enfocaron en restaurar el orden, pretendiendo sofocar, sin éxito hasta ahora, la violencia con autoridad.

 

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