Saber protestar

Cartas de los lectores
23 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Saber protestar

Cuando se acude a las redes sociales o a la prensa escrita, radial o televisiva para expresar una sentida protesta, me parece que hay que tener criterio para elegir el tema o la situación y no caer en lo ridículo. Hasta ahora me da risa por las energúmenas actitudes y declaraciones de un buen sector radical del país, de cuyo nombre no quiero acordarme, porque pescaron bailando a integrantes de las Farc con algunos funcionarios de la veeduría internacional. La doble moral salió a flote y en el fondo más parecía envidia por no haber estado allí, en esa fiesta… como no han estado en ninguna fiesta de la paz en las que ya quisieran estar de primeros.

Esos mismos sectores que se desgañitaban atacando a los bailarines deberían tener el valor civil de sentarse a estudiar las graves denuncias que se han hecho desde la gran prensa –entre la cual está El Espectador, que ha publicado interesantes crónicas y reportajes sobre el tema— acerca de la dolorosa situación que atraviesan las zonas mineras, sometidas, de acuerdo a la denuncia concreta del periodista Juan Gossaín, quien expresaba la intensidad del daño en una de sus columnas escritas hacia finales de octubre del año pasado: “El terrible mal de Minamata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados”. Esta situación sí que amerita un verdadero liderazgo de los partidos y una presencia más enérgica en situaciones de tanta importancia para la vida de pobres y ricos. Allí sí vale desgañitarse hasta perder la voz.

Que se sepa, de esos partidos de extrema derecha —por ejemplo, el CD— no se conoce algún proceso encaminado a destapar la explotación minera en su expresión más endemoniada, ni hay propuestas bien jalonadas destinadas a defender la vida de los pobladores de aquellos ríos que soportan la agresividad del mercurio y demás ácidos que les botan sin compasión y que inciden directamente en los cultivos que están en el entorno. A sabiendas de que la salud en Colombia está destinada a las mafias, y que no han podido desbancarlas ni desaparecerlas —Saludcoop todavía ronda—, la criminal explotación minera del país sólo coloca su cuota mortífera para que la violencia que se produce en la naturaleza y en el medioambiente se porte peor que en los tiempos terribles de las Farc, hoy, gracias al dios de la vida, encarriladas por el buen camino.

Me gustaría ver a las palomas y cabales enfadadas por este tema y no por el baile. Eso sí que generaría respeto. Lo demás son muecas.

Ana María Córdoba Barahona. Pasto.

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