Al revisar las publicaciones oficiales de la Alcaldía de Medellín se identifican dos elementos claves a la hora de direccionar el manejo de la contingencia hacia un modelo de gestión particular, pionero y referente según la narrativa institucional: reducción de la incertidumbre y aspiración a la predictibilidad a través de las TIC y una retórica discursiva basada en un estado de alerta constante, de pie de guerra contra el virus, en el que la apelación al miedo puede ser efectiva para que se fortalezcan o germinen nuevas formas de gobierno o de poder urbano.
Miedo y necesidad de difundir (y recopilar) información pueden alimentar dos elementos claves a la hora de reconfigurar la relación entre ciudadanos y Estado: estado de excepción y capitalismo de vigilancia, territorializados en toques de queda, confinamientos, militarización, obligatoriedad de registro en aplicativos tecnológicos o provisión incondicional de información a la autoridad.
Ante el temor colectivo, estos elementos pueden aceptarse o incluso exigirse, generalmente por sectores privilegiados de la sociedad: una clase alta, premiada por su disciplina protocolaria, lograda al no sentir preocupación por el desayuno del día siguiente; o una clase media, llamada a ser la salvadora del comercio, paladines de la reinvención y el emprendimiento. Ambos sectores acusan de irresponsables e ignorantes a la clase baja, donde el sustento depende de la informalidad o de labores cuya naturaleza no puede ser sustituida con teletrabajo.
El llamado “modelo de gestión” de la pandemia en Medellín parece activarse y desactivarse al vaivén de las temporadas comerciales, como si el virus obedeciera a nuestras convenciones sociales de mercado. El autocuidado se vio desbordado por la irresponsabilidad de muchos inconscientes (de clases altas, medias y bajas) en las festividades decembrinas, pero también irresponsable fue la incitación del Gobierno Nacional y local al consumo masivo, contradiciendo los esfuerzos para prevenir el contagio. La flexibilización en las medidas para contener el virus y el llamado a llenar los comercios contrasta con el casi 80 % de ocupación UCI en el primer mes de 2021 para la capital antioqueña y la acelerada reacción de las autoridades en los primeros días del año para retomar los confinamientos obligatorios y estrictos.
Andrés Camilo Gómez Escobar.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com
Al revisar las publicaciones oficiales de la Alcaldía de Medellín se identifican dos elementos claves a la hora de direccionar el manejo de la contingencia hacia un modelo de gestión particular, pionero y referente según la narrativa institucional: reducción de la incertidumbre y aspiración a la predictibilidad a través de las TIC y una retórica discursiva basada en un estado de alerta constante, de pie de guerra contra el virus, en el que la apelación al miedo puede ser efectiva para que se fortalezcan o germinen nuevas formas de gobierno o de poder urbano.
Miedo y necesidad de difundir (y recopilar) información pueden alimentar dos elementos claves a la hora de reconfigurar la relación entre ciudadanos y Estado: estado de excepción y capitalismo de vigilancia, territorializados en toques de queda, confinamientos, militarización, obligatoriedad de registro en aplicativos tecnológicos o provisión incondicional de información a la autoridad.
Ante el temor colectivo, estos elementos pueden aceptarse o incluso exigirse, generalmente por sectores privilegiados de la sociedad: una clase alta, premiada por su disciplina protocolaria, lograda al no sentir preocupación por el desayuno del día siguiente; o una clase media, llamada a ser la salvadora del comercio, paladines de la reinvención y el emprendimiento. Ambos sectores acusan de irresponsables e ignorantes a la clase baja, donde el sustento depende de la informalidad o de labores cuya naturaleza no puede ser sustituida con teletrabajo.
El llamado “modelo de gestión” de la pandemia en Medellín parece activarse y desactivarse al vaivén de las temporadas comerciales, como si el virus obedeciera a nuestras convenciones sociales de mercado. El autocuidado se vio desbordado por la irresponsabilidad de muchos inconscientes (de clases altas, medias y bajas) en las festividades decembrinas, pero también irresponsable fue la incitación del Gobierno Nacional y local al consumo masivo, contradiciendo los esfuerzos para prevenir el contagio. La flexibilización en las medidas para contener el virus y el llamado a llenar los comercios contrasta con el casi 80 % de ocupación UCI en el primer mes de 2021 para la capital antioqueña y la acelerada reacción de las autoridades en los primeros días del año para retomar los confinamientos obligatorios y estrictos.
Andrés Camilo Gómez Escobar.
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