Lenguas largas, ideas cortas

Arturo Guerrero
05 de julio de 2019 - 07:00 a. m.

La derecha carece de intelectuales y está sobrada de agitadores. Por eso a esta corriente política le va bien en la atmósfera de las redes sociales, del mundo vano y voluble. La derecha es la primera en atacar, lleva la iniciativa, grita, dispara desde muchos flancos. 

Los conservadores siempre van unidos. Sus diferencias internas nunca son más importantes que la concordia a la hora de conquistar y defender sus intereses. Tienen bien claro el único norte, el supremo bien. De ahí que con, tal de obtenerlo, resignen sus desacuerdos domésticos. 

¿Qué proclaman los teóricos, locales y globales, de la derecha? Que el calentamiento global es un cuento, que no hubo big bang sino lo que diga la Biblia, que existe un rayo homosexualizador, que a los manifestantes hay que aplicarles pistolas paralizantes, que mientras menos impuestos tengan los ricos habrá más empleo para los pobres. 

Los intelectuales derechistas proporcionan a sus propagandistas fórmulas que estos repiten por los siglos de los siglos. Que el plebiscito lo ganó limpiamente el No, que la paz no es paz porque persisten los paramilitares, que los inmigrantes son criminales, que el estudio de la filosofía no la debe financiar el Estado, que aquí no hubo ni hay conflicto armado.

Con este arsenal de ideas, los alfiles del Congreso, los periodistas en moto y en programas radiales miserabilistas, las damas de alto rango regional, los panelistas en los debates de perros y gatos, en fin, los voceros de la derecha, imprimen volumen a la escasez y miopía de sus planteamientos.

Les interesa regar aturdimiento, saben que el secreto de la construcción de falsedades es la repetición incansable de afirmaciones simples. Se hacen eco, uno de otros, tienden cercos de incertidumbre alrededor de la gente que los oye como una resonancia siniestra. 

La derecha sabe que los hechos no son importantes, pues lo verdaderamente decisorio es lo que las mayorías sientan sobre esos hechos. No lo que piensen, sino aquello que las excite, las estremezca, las ponga furibundas por miedo o por rabia. En este estado votan mejor, marcan al candidato que las sacó de sí mismas.

De ahí que dediquen sus finanzas, los estudios de sus tanques de pensamiento y el nervio de sus programas políticos, a la sicología de masas. El asunto no es el qué sino el cómo. En este propósito da mejores resultados el regreso a la Edad Media, con sus dogmas, sus encapuchados, sus grandes inquisidores, sus demagogos de espada flamígera. 

La construcción del enemigo, la sacudida de los estandartes de los cruzados, la quema de libros en las redes, la prédica altisonante de pastores vendedores, la amenaza de muros pagados por las víctimas, son el teatro y la trasescena donde la derecha actúa a gusto. 

Ponga usted el foco sobre las intervenciones públicas de los líderes derechistas. ¿Encuentra ideas? ¿Sus cifras son consistentes y confiables? ¿Sus nociones resisten las pruebas de la ciencia, de la historia, de la sensatez, del arte? 

arturoguerreror@gmail.com

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