Ley de impulso panelero como capitalismo social

Daniel Mera Villamizar
29 de junio de 2019 - 10:04 a. m.

 

Con liderazgo de la senadora Paloma Valencia, el Congreso aprobó un antídoto contra el populismo.

La situación de la agroindustria panelera muestra bien los desafíos de lo que la izquierda llama el “modelo económico y social” colombiano para impugnarlo: o se deja a su suerte a esas 350.000 familias productoras en los márgenes del sistema económico o se les incorpora plenamente al capitalismo con el apoyo de la institucionalidad del Estado.

El pensamiento económico convencional de nuestras facultades diría “mejor que se cambien de actividad productiva”. Con informalidad del 95%, precios de mercado por debajo de los costos de producción, consumo decreciente, cero capital y baja productividad, “no hay caso”. Frente a la situación, el populismo insiste en organizar paros para sacar provecho político, sin importar la viabilidad de las peticiones.

En contraste, los verdaderamente comprometidos con la economía de iniciativa privada se van por el camino difícil para luchar por una oportunidad en grande antes de resignarse a una crisis o explosión social.

Convencer al Congreso de la República de una ley para “generar incentivos a la calidad, promoción del consumo y comercialización de panela, mieles vírgenes y sus derivados, así como la reconversión y formalización de los trapiches en Colombia”, no es fácil, pero no tan difícil como lograr hacer realidad la reinvención de la actividad panelera que propone la ley, lista para sanción presidencial.

La primera dificultad provendrá de si este es un esfuerzo aislado, insular, o si hace parte del comienzo de un cambio en el espíritu y la fisonomía del capitalismo colombiano para volverlo más dado a la equidad social y a la consolidación de clases medias empresariales. En esto se juega el desafío o riesgo del populismo, el que “compraría” ingenios para hacer su voluntad redistributiva comunitaria.

 

Algunos, como Vargas Lleras, no están viendo más allá de la teoría económica convencional y creen que se trata de las elecciones de octubre. No. Se trata de las elecciones de 2022. 

 

Por no pensar fuera de la caja, permitirían que el populismo lleve a los ciudadanos a las urnas con un “bajaron impuestos a las empresas, los ricos son más ricos, pagamos más impuestos”, sin poder contestar que “se aumentó competitividad, se rescataron sectores productivos vulnerables y se creó prima para trabajadores”.

En 2022 la elección no será entre candidatos, sino entre “modelos económicos y sociales”. Y ahí tenemos el espejo de López Obrador en México.

Por eso es tan importante mostrarles a los paneleros que sí pueden contar con las instituciones del Estado para aumentar la demanda de productos con el sello de trapiche de economía campesina (hay 19.000) por medio de descuentos tributarios a empresas de productos de consumo masivo, a comercializadores y exportadores, y vía compras institucionales en entidades públicas con cafetería o restaurante. Que es posible diversificar sus ingresos con participación en las industrias licoreras y en nuevas rutas turísticas impulsadas por Mincomercio.

Que, en suma, Mintrabajo, Minagricultura, Minsalud, Mincomercio, la DIAN, el SENA, la Agencia de Desarrollo Rural, Invima, la Superintendencia de Industria y Comercio, Fedepanela, alcaldías y gobernaciones, y el propio Congreso en control político harán lo que les corresponde para ayudar a los paneleros a transformar su cadena productiva en fuente de negocios rentables y no de mala subsistencia.

No solamente los paneleros tomarán nota, sino también los demás sectores económicos que han venido perdiendo la esperanza. El neoliberalismo económico nos llevaría al populismo. Es el tiempo de un pragmatismo económico que se proponga un capitalismo popular, donde los grandes y pequeños conquisten mercados en alianza, y con el aumento generalizado de los ingresos crezca la confianza en las instituciones de la democracia liberal.

@DanielMeraV

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