Leyendas de drogas: de la prohibición a la reducción de riesgos y daños

Columnista invitado EE
18 de febrero de 2018 - 06:41 p. m.

Por Catalina Correa *, Adriana Muro **  y Fany Pineda ***

La noticia de la muerte de Andrea Cabrera por un supuesto consumo de éxtasis ha sido tema de discusión en los medios de comunicación. Andrea, según el informe de Medicina Legal, habría muerto por una mezcla de éxtasis y alcohol en una rumba. Los medios, por su parte, se encargaron de difundir, a través de un discurso amarillista, poco informado e incluso sexista, su interpretación sobre cómo se desarrollaron los hechos. Para ellos, en pocas palabras, Andrea murió “por rumbera”.

El problema real es que las políticas de drogas actuales, basadas en la prohibición, el estigma y el prejuicio, más allá de desincentivar el consumo, lo sumen en un limbo peligroso. Las investigaciones en Colombia y el mundo muestran que, por muchos esfuerzos que se hagan, las personas siguen consumiendo sustancias ilegales; además, se ha probado que tener información al respecto no aumenta el consumo. Lo que causa la prohibición, en últimas, es que no haya forma de garantizar la calidad de lo que se consume y los contextos donde se hace. Esto a su vez permite las sustancias adulteradas, las ventas fraudulentas (sustancias que se venden en lugar de algo más) e incertidumbres sobre pureza y dosis.

Si agregamos que las y los usuarios se abstienen de acudir a los servicios de salud porque el sistema no cuenta con personal capacitado (que implica no solamente conocimiento, sino también un trato digno), es claro que algo no está funcionando. Hagamos cuentas básicas: la prohibición no disminuye el consumo y, por el contrario, aumenta el riesgo. El alcohol causa nueve veces más muertes en el mundo que las drogas ilegales, ¿por qué nos preocupan más unas sustancias que otras? También está comprobado que la legalidad/ilegalidad no se relaciona con el riesgo que implica el consumo; sobre todo, si entendemos que sustancias no se refiere sólo a “drogas ilegales” sino también a las legales: alcohol, tabaco, café, antidepresivos, ansiolíticos…

Para hablar de sustancias psicoactivas debemos diferenciar entre cada una de ellas y sus formas de consumo pues todas tienen diferentes efectos, dosis y pueden suponer distintos daños. Por ejemplo, en el caso de Andrea es necesario saber y entender las diferencias entre metanfetamina y éxtasis, y las consecuencias de mezclarlas con alcohol. La metanfetamina y éxtasis (MDMA) provienen de la misma familia de estimulantes; sin embargo, tienen efectos y dosis distintas. Los daños que pueden provocar, así como sus síntomas, son diferentes. Por un lado, el éxtasis genera efectos de empatía y conexión social con dosis entre los 80 y 100 mg; por otro, la metanfetamina es un psicoestimulante súper potente con dosis entre los 30 y 40 mg. El mezclar sustancias de tipo estimulante con alcohol, que es una droga depresora del sistema nervioso central, puede generar un shock en el sistema nervioso y las personas pueden tener síntomas como deshidratación, convulsiones, hemorragias, pérdida del conocimiento y en algunos casos causar la muerte. La falta de claridad sobre los síntomas de Andrea y cómo se atendieron sigue siendo un misterio. Tampoco conocimos declaraciones sobre posibles adulterantes. Si se hicieron análisis profundos de rastreo de sustancias, deberían conocerse estos hechos, los cuales pueden contribuir a esclarecer las condiciones y causas de su muerte.           

Las políticas de drogas basadas en el sensacionalismo y prohibicionismo han desatado más daños que las drogas en sí mismas. Los datos muestran que existe un aumento en el consumo de sustancias en personas jóvenes, pero no existen estrategias de salud encaminadas a disminuir los daños y riesgos causados por su uso. Es necesario comenzar a abordar estos temas y casos sin prejuicios, con un modelo de reducción de daños que ofrezca la posibilidad de prevenir sobredosis e intoxicaciones con información y estrategias sin estigmas. La reducción de daños se enfoca en prevenir todos los riesgos y  daños asociados al consumo de cualquier sustancia informando a las personas sobre las dosis adecuadas, las prácticas de consumo que no ponen en riesgo la salud, el testeo (análisis químico) y la provisión de servicios y atención en salud bajo estos principios. Alrededor del mundo, la reducción de daños ha comenzado a ser implementada dentro de los planes de salud nacionales y los enfoques de políticas de drogas, permitiendo salvar miles de vidas. El foco de estos servicios serían los usuarios de drogas que no tienen un consumo problemático; es decir, el 89% según datos de la ONU.

Aunque suene contradictorio, la realidad es que las personas consumen y lo hacen desde el principio de la historia de la humanidad. Consumen para divertirse, para relajarse, para pasar el rato y hasta para rituales espirituales. Es responsabilidad del Estado y de los medios de comunicación difundir estrategias que lleguen a las personas jóvenes que consumen sobre cómo prevenir riesgos y daños. Así, casos como los de Andrea son prevenibles.

* Línea de investigación en reducción de daños y género, Universidad de los Andes, Twitter: @catacas_maracas

** Elementa Consultoría en Derechos, Twitter: @adrianawall

*** Reverdecer Colectivo México, Twitter: @FanyPMiranda

 

 

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