Libertad de prensa sí, respeto y responsabilidad también

Columnista invitado EE
22 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Por Helena Urán Bidegain

Vivo en Alemania y cuando me quiero informar sobre lo que sucede en Colombia o cualquier país de la región, prefiero hacerlo a través de los medios locales más que los internacionales. Creo que son finalmente estos los que están en medio del suceso.

Soy consciente de que el estilo periodístico colombiano dista mucho del de otros países, sobre todo del alemán, algo que también tiene que ver con un asunto cultural y puede a uno gustarle o no.

Sin embargo, lo que tuvimos que soportar quienes queríamos informarnos a través de los medios de comunicación colombianos durante las elecciones presidenciales de ese país fue lamentablemente en varios casos, una experiencia aberrante.

Es la labor del periodista la de cuestionar las acciones y proyectos de los políticos. Su función es llegar hasta la raíz del asunto. Una entrevista debe por eso contener preguntas atrevidas o fuertes, lo que permite en el mejor de los casos que todos podamos estar mejor informados. La idea finalmente es destapar la verdad, lo que entonces convierte al periodismo casi que en un activista de derechos humanos.

Sin embargo, lo que se vio en Colombia fue un ataque vergonzoso al candidato de izquierda que casi dolía verlo por el grado de humillación al que se le quería someter. Me sentí profundamente indignada y también yo misma maltratada y es por eso que escribo.

Algunas entrevistas se convirtieron en un espectáculo de odio. Una cosa es cuestionar e incomodar al encuestado y otra es violentarlo. La agresividad y el desprecio en las entrevistas de Luis Carlos Vélez, Darío Arizmendi o Néstor Morales, para mencionar algunas, se percibía en el tono de la voz, en el lenguaje corporal, en la sugestión de sus preguntas. Más parecía un ataque personal que una revisión a la propuesta y trasfondo político de Gustavo Petro. Eso definitivamente no es periodismo serio.

Estas entrevistas no ayudaron en nada a conocer mejor al candidato de izquierda, y mucho a saber del profesionalismo de los entrevistadores.

Lo visto fue finalmente un irrespeto a todos los que a través de la labor del periodista buscamos informarnos y en el mejor de los casos conocer la verdad. Porque consciente o inconscientemente se nos quiso contagiar con ese odio y agresividad. Instrumentalizar el periodismo con fines indecentes. Echarle aceite al fuego que es ya Colombia.

El movimiento M-19, al que perteneció Gustavo Petro, no le hizo ningún favor a mi familia al atacar el Palacio de Justicia donde después fue ejecutado por el Ejército mi papá. Ellos llevan parte de la culpa de lo sucedido; no por eso acepto este maltrato bajo la máscara de periodismo crítico que nos presentan a todos. Tampoco de un canal privado. Lo que necesita Colombia es reconciliación y respeto, así como libertad de prensa con responsabilidad.

 

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