Macrolingotes

Libros y librerías

Óscar Alarcón
28 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

No creo que la cibernética acabe con los libros de papel. Ellos tienen un encanto muy especial. Dice Juan Esteban Constaín que “no hay como sentir el olor del papel, o el de la tinta, o el de la goma entre las comisuras y el lomo”. Tienen una condición olfativa y táctil que hace agradable el acto de leer. Sin embargo, han desaparecido muchas cosas que tienen que ver con los libros y la lectura, por ejemplo, la cleptomanía que de manera habitual practicaban los jóvenes que por los años 60 visitaban la librería Buchholz, incentivados por la falta de plata y el deseo de leer. El anciano alemán, dueño del establecimiento, cuando lograba ver al muchacho de manos largas, lo correteaba por la avenida Jiménez, tratando no de quitarle el libro, sino simplemente denunciarlo ante los transeúntes.

Un amigo, novato en esos ilícitos, trató de llevarse un libro pequeño acabado de aparecer. Con mucho cuidado trató de acomodárselo en la chaqueta sin darse cuenta de que lo observaba el poeta Nicolás Suescún, quien por entonces era uno de los dependientes de la Buchholz. Con ojos de detective y en actitud de maestro consejero, se le acercó y con las mismas manos con que manejaba la máquina de escribir para hacer poemas, sacó el libro de donde lo había escondido el presunto y le dijo con voz calmada: “No, no te lo lleves, no vale la pena”.

Otros, por el contrario, tuvieron mejor suerte y mejor gusto.

Antes, en materia de libros había dos tontos: quien lo prestaba y quien lo devolvía. Hoy cualquiera presta un libro con la seguridad de que se lo van a devolver.

En Colombia, solo los escritores consagrados pueden vivir de sus libros, porque el nuestro es uno de los países en donde menos se lee. Sin embargo, escribir y publicar es uno de los placeres más gratos, así no sea grande la retribución. Que sigan las ferias, las librerías, los autores, y no aparezcan los cleptómanos. Algún día llegará la recompensa, porque ellos cumplen un gran papel, así sea cibernético.

Hoy hay libros de gran tiraje. Sí, aquellos que se tiran a la caneca.

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