Líderes, ¿quién instruye a los verdugos?

Arturo Guerrero
10 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Se habla de proteger a los líderes sociales. Así hablan las oenegés, el presidente, los organismos internacionales. ¿Protegerlos de quién? Al unísono estos diferentes poderes estiran el índice y dicen: de los Caparrapos, del Eln, del Clan del Golfo, de las disidencias de las Farc, de los narcos.

¡Ja! Como si los pistoleros se mandaran solos. Como si los sicarios apuntaran al blanco por su propia decisión. No. Los ejecutores no son los perpetradores. Una cosa es quien lleva a cabo el acto mecánico de darle dedo al gatillo, otra bien distinta, quien dibuja los redondeles del blanco y marca con una equis la identidad del inminente muerto.

Hay una miopía cauta, ladina, en quienes se envalentonan contra los gatilleros pero se silencian frente a las fuerzas que les pagan, les dan instrucciones, los empujan al asesinato.

Es como si en la Edad Media los rústicos testigos del golpe de hacha, o más adelante de la guillotina, se enfurecieran contra el verdugo, le quitaran la capucha y lo lincharan sobre el mismo cadalso.

¡Alto ahí! Fue el rey el que dio la orden, fue la Inquisición la que pontificó sobre la condena a muerte. El verdugo gordo y amplio de músculos apenas ejecuta la sentencia, cumple con su trabajo por el que le pagan. Llegará en la noche a su casa y con ese sueldo le regalará un muñeco a su hija de trenzas. Punto. Ahí termina su ganancia.

Los ejecutores de hoy no usan siquiera pasamontañas. El terror de sus víctimas les cubre la cara con mejor eficacia. Además, ellas se van al otro mundo donde nadie las escuchará. Los tribunales terrenos seguirán sordos y ciegos. Y la disculpa de las cárceles hacinadas terminará por preservarlos de culpa.

De ahí que el quejido de oenegés, presidente e instancias internacionales está fuera de foco. Apuntan al brazo que asesta la brutalidad, en vez de descubrir de una vez por todas el cerebro y el corazón que formulan los bandos de pena máxima contra los defensores de pobres.

¿Quién está detrás del gota a gota metódico que está exterminando a los adalides comunitarios? ¿Por qué esta sangría se agudizó con el ingreso del nuevo gobierno? ¿Qué relación tiene la barbarie con las normas sobre tierras, consignadas en los acuerdos de paz?

Las respuestas a estos interrogantes están ausentes de los comunicados de aquellos que piden proteger a los líderes. Estos luchadores por los derechos del hombre no son recién llegados. Llevan décadas pujando contra las minas que amargan aguas y suelos, reclamando las hectáreas de donde fueron ahuyentados y cambiados por miles de vacas o por siembras de una sola palma.

Siempre se han juntado para vivir, trabajar, bailar, ahora se juntan para no dejarse. Entonces sobresalen los más lúcidos, los generosos, los signados por el don de aglutinar. Estos son los guías, los que figuran en las listas tachadas con cruces. No se necesita ser fiscal ni chillar con el ji ji ji para evidenciar de dónde salen las amenazas, quiénes instruyen a los verdugos.

arturoguerreror@gmail.com

 

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