Llegaron los Congos

Sorayda Peguero Isaac
06 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

Una próspera familia del barrio le ofrecía una fiesta de palos al arcángel Rafael. A las cinco de la tarde, cuando empezaron a tocar los Congos, rompí un lápiz de crayola por la mitad para taparme los oídos. Me intimidaba la música de los palos. Me atemorizaba lo que decían que ocurría cuando a alguien se le montaba el santo. Algunos perdían la consciencia y hablaban en lenguas extrañas. También había un hombre descamisado que viraba los ojos y echaba candela por la boca. Tenía una amiga que colaboraba con mi intensa curiosidad. Iba y venía, del patio en que se celebraba la fiesta a la verja de mi casa, para contarme con detalle todo lo que sucedía. Antes del anochecer me escapé con ella y pude verlo con mis propios ojos.

La leyenda cuenta que el Espíritu Santo estaba dormitando a la sombra de un árbol de copey. “¿Qué buscan?”, les preguntó a los esclavos fugitivos que se acercaron a interrumpir su sueño. “Buscamos un pueblo”, dijo el jefe del grupo. El Espíritu Santo, con el semblante aún somnoliento, reconoció la nostalgia de los huérfanos de tierra en sus miradas. Les regaló dos congos: uno mayor y uno menor. Les regaló una canoíta, maracas, un conguito y veintiún cantos. Empezó a bailar delante de ellos al ritmo de las maracas. “Así se hace, fíjense: así tienen que bailar en todas sus celebraciones”. Desde ese día, la Cofradía de los Congos del Espíritu Santo hace sonar sus tambores en fiestas de palos y velorios de Quisqueya.

Vi a los Congos tocando los cueros con sus torsos sudorosos y desnudos. El aire olía a velas, a ron y agua florida. Un coro de mujeres cantaba. Estaban todas vestidas de blanco. Sus voces se clavaban en mi piel como espinas de zarza. Sus faldas ondeaban con la liviandad de los pétalos de hibisco. Una cantadora anciana tenía un diente de oro que relucía en su boca de piezas incompletas. Giraba y giraba sobre sí misma con los brazos clamando al cielo. Mi cabeza también daba vueltas. Me sentía presa de un encantamiento brujo. La música de los palos me envolvía y, al mismo tiempo, me abrasaba la fiebre del desasosiego. Yo había aprendido a relacionar esas manifestaciones con la magia negra. No sabía nada de palos. Pero se supone que me habían contado lo único que tenía que saber: que esas eran cosas de “gente sin cultura”.

No hay cultura más elevada que aquella que no niega ninguna de sus partes. ¿Quién había decidido que las narraciones mitológicas romanas eran más valiosas que las leyendas africanas? ¿Por qué conocía el relato de la loba que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo y no sabía que Yembó es la madre de los Orishas? ¿Por qué había memorizado los nombres de algunos dioses del panteón griego y no sabía nombrar uno solo del panteón yoruba? Hay tantas maneras de escupir en el espejo. Páginas y páginas de una historia que desecha las figuras que considera inferiores. Páginas y páginas que hablan de las hazañas de los bardos y que no dicen nada de los poemas cantados de los griots de África Occidental. No es fácil deshacerse de una memoria viva y siempre dispuesta a revelarse. En la memoria persiste el más insondable de todos los misterios. En un instante de atrevimiento, me acerqué a uno de los Congos con la intención de que me dejara tocar. No fue necesario que intercambiáramos palabras. Simplemente apartó sus manos del cuero tibio para complacer la petición alegre y silenciosa de una criatura que estaba a punto de despojarse de su miedo.

Aquí suenan los Congos.

sorayda.peguero@gmail.com

 

carolina(90209)03 de abril de 2021 - 09:50 p. m.
Qué lindos congos.
usucapion1000(15667)07 de marzo de 2021 - 12:17 a. m.
Hermosa narración y hermosa narradora, orgullosa de sus raices afrocaribeñas. Una mujer de gran valía.
Liliana(13412)06 de marzo de 2021 - 11:54 p. m.
Maferefun a la Osha! Sorayda, mucho ashe para ti!!
Alberto(3788)06 de marzo de 2021 - 08:57 p. m.
Bella y sabia, conmueve. Gracias, Sorayda Peguero Isaac.
Joef(k97kc)06 de marzo de 2021 - 04:33 p. m.
!Que maravilla de relato! Necesitamos más, muchos más de estos, para ir cambiando paradigmas.
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