Publicidad

Lo bueno, lo malo y lo feo

Armando Montenegro
16 de marzo de 2014 - 03:00 a. m.

Fue muy bueno el resultado de Enrique Peñalosa en la consulta verde. Obtuvo, sin partido y prácticamente sin publicidad, casi dos millones de votos, un número cercano al que sacó Uribe.

Su experiencia como ejecutor, su reconocimiento nacional e internacional, así como sus propuestas de equidad refrescan una campaña electoral hasta ahora desteñida, infectada de denuncias y contradenuncias que desconciertan a los votantes que quieren escuchar planteamientos y propuestas positivas. Desde el domingo pasado, Peñalosa se convirtió en una alternativa de renovación y cambio para millones de colombianos que quieren una tercería. Los posibles debates entre Peñalosa y Santos en la segunda vuelta de la elección presidencial permitirían que los colombianos escogieran entre dos formas de impulsar la paz y de aproximarse al futuro del país.

También fue muy bueno el triunfo, con un clarísimo apoyo de miles de votos de opinión, de Claudia López, una figura limpia y descollante, quien reveló con sus investigaciones la extensión del fenómeno de la parapolítica en las elecciones de 2002 y 2006. Sus denuncias desencadenaron los procesos judiciales que llevaron a la cárcel a decenas de parlamentarios (en su mayoría uribistas). Ella es una garantía de que habrá una voz que diga en el Congreso lo que muchos colombianos piensan sobre la política y sus dirigentes.

Malo para la democracia colombiana el bajo nivel de participación electoral, fruto de la apatía de millones de potenciales votantes, resultado del escepticismo, la desconfianza y la falta de credibilidad en los partidos. Asimismo fue muy mala la enorme cantidad de votos nulos a causa de la complejidad de los tarjetones.

Mala para el Congreso y la calidad de las discusiones parlamentarias la quemada de Juan Mario Laserna y Guillermo Rivera. Sin Laserna, el Congreso pierde a un economista bien preparado y con amplia experiencia, capaz de orientar las discusiones fiscales y presupuestales. Y los debates políticos no tendrán el mismo calibre con la ausencia de Rivera, un destacadísimo e inteligente parlamentario.

Hubo muchas cosas feas el domingo pasado. Pero lo peor es la evidencia, denunciada por parejo por la derecha y la izquierda, de la extensa influencia de la mermelada. Llama la atención, eso sí, que Uribe, cuya maquinaria se benefició de esa misma sustancia en sus distintas campañas, ahora que se usó contra él mismo y contra otros partidos la denuncie por medio del argumento de las votaciones atípicas en ciertas regiones, es decir, con la misma metodología que utilizó Claudia López para revelar el impacto de la parapolítica.

Con todo lo ocurrido el domingo pasado, los analistas y la franja de opinión quedan con la impresión de que el proceso electoral, seriamente contaminado por las operaciones tortuosas de unos cuantos contratistas y mercaderes de votos, poco tiene que ver con la expresión limpia de la voluntad popular.

A pesar de que lo sucedido en estas elecciones ameritaría una profunda reforma a la financiación de las campañas, la utilización transparente de los recursos de las cuotas regionales, las relaciones entre contratistas y políticos, así como la revisión de los procedimientos utilizados para el escrutinio y registro de los votos, es casi imposible que el nuevo Congreso, hijo de tantas irregularidades, emprenda dicha transformación.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar