Lo bueno y lo malo de las ciclorrutas

Santiago Villa
08 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

Aclaro que prefiero moverme en bicicleta que en automóvil. El estrés y la agresividad de conducir, así como las ventajas en salud y el no contribuir a la contaminación, la hacen mi medio de transporte preferente para trayectos de menos de unos pocos kilómetros.

Dicho esto, el carril dedicado a las bicicletas en la carrera Séptima, en Bogotá, fue una gran idea para la pandemia, pero en la pospandemia va directo a problema de movilidad. Resultó interesante haber experimentado con ella, y hay lecciones que retomar y aplicar en vías con menor tránsito vehicular.

Lo mismo puede decirse de otros carriles dedicados a las bicicletas, que durante los últimos años han reemplazado a carriles vehiculares en avenidas con tráfico pesado. No son la solución.

No me monto en el tren de quienes consideran que la bicicleta está llamada a reemplazar al automóvil, que cualquier medida que se tome para facilitar el uso de la bicicleta es inherentemente buena (o moralmente superior), y que las medidas para incentivar la bicicleta son mejores si además dificultan o entorpecen la movilidad en automóvil.

El tema de las bicicletas y los carros suele tratarse como un asunto de bandos enemigos. El que está a favor del uso de la bicicleta considera que el automóvil debe ser marginado casi que por motivos éticos. Por su parte, el automovilista cree que cualquier presencia de bicicletas en la calle es una afrenta a la productividad económica o su derecho a la movilidad.

Ambas posiciones simplifican la cuestión de cómo solucionar los problemas de tráfico e incluso el de la contaminación ambiental. Hay que buscar nuevos espacios para las bicicletas en las calles, y no en los andenes, pero debemos ser muy cuidadosos con que no aumenten los atascos de tráfico. A la vez, el automovilista debe usar su vehículo para los trayectos largos, y para los cortos emplear otros medios, como la bicicleta.

La bicicleta no es una solución para todos. En primer lugar, hay quienes no pueden usarla. Por fuera del rango de edad entre los 20 y los 50 se hace cada vez más difícil; e incluso dentro de ese rango, hace falta tener un buen estado físico para hacer trayectos largos o que impliquen subidas pronunciadas. Si bien la bicicleta ayuda a lograr dicho estado, es un medio que excluye a quienes no lo pueden tener por diversos motivos. También excluye a quienes temen montar en bicicleta por seguridad personal, que es un argumento que merece respeto.

Finalmente, hay una porción considerable de la población que no va a pasarse a la bicicleta porque le disgusta montar en bicicleta, lo cual también es respetable.

Por eso considero que, más que la bicicleta, la tecnología que va a resolver el gran problema ambiental del automóvil de combustible fósil es el automóvil eléctrico. Mientras que esa tecnología se amplía y perfecciona, hay que combinar varias soluciones, sin que las unas generen demasiadas dificultades para las otras.

La idea no es marginar al automóvil, pues eventualmente la tecnología va a cambiar -y esa infraestructura se usará para vehículos ambientalmente amigables-, sino facilitar las otras formas de movilidad: bicicleta, metro y demás.

Facilitar el transporte en bicicleta no debe quitarles espacio a los automóviles en las avenidas con mucha circulación porque genera más tráfico vehicular. Un auto en un atasco genera 40% más contaminación que un carro circulando, así que una estrategia clave en la lucha por mejorar el medio ambiente debe ser procurar que haya menos trancones, no más.

Tampoco queremos mucho tráfico porque, en lugar de estar incentivando el uso de la bicicleta, lo que podemos estar incentivando es el uso de la motocicleta, que quizás es un problema más grave en Bogotá que los carros. Una motocicleta contamina 10 veces más por milla que un automóvil.

Si se reemplaza un carril de automóvil en una avenida de alto tráfico por uno para exclusivamente bicicletas, y esto lleva a más atascos vehiculares. Esto no solo aumenta el nivel de contaminación, sino que pone en peligro a los ciclistas que respiran este aire.

La solución no puede ser descartar el problema de forma arrogante y asumir que, si la gente toma un automóvil en lugar de la bicicleta, merece estar en el atasco; o tomar una posición moralizante, y decir que a lo mejor si se les incomoda lo suficiente, los conductores se resignan a usar la bicicleta. Estas posiciones no son realistas con respecto a los motivos por los que un conductor cambia sus hábitos. Igualmente, si usted puede bajarse del carro, hágalo. Es más fácil de lo que cree.

Ojalá un carril menos en una avenida de tres carriles implicara que el 33% que circulaba en ese carril ahora se mueve en bicicleta, y no en automóvil, pero creo que estos cálculos son ilusos. Los carriles exclusivos para bicicletas deberían hacerse en toda la ciudad, y conectar entre sí en una red ininterrumpida, pero en calles con poco tránsito vehicular.

Twitter: @santiagovillach

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Mayra(25242)08 de octubre de 2020 - 08:47 p. m.
Estamos de acuerdo. Con el objeto de no congestionar las vias y ayudar al medio ambiente la mayoría de mis diligencias las hago a pie y cuando el semáforo da paso a los peatones las personas q van en bicicleta no respetan y siguen pasando. De que sirve dejar el carro si ellos ponen en peligro nuestras vidas
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