Lo de la libertad no es cuento

Juan Manuel Ospina
21 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

Ni una pandemia ni nada puede llevarnos a sacrificar nuestra vocación de individuos para terminar sumidos en la multitud, en un rebaño con pastor y todo, o en una unidad superior –la nación, la raza, la clase social–, reducidos a átomos o simples engranajes de un gran mecano social. Una individualidad, eso sí, complementada con una cara social, de empatía y necesidad de los demás. Ni me construyo como persona sola ni sobrevivo en el castillo fortificado de mi yo, es decir, de mi ego-ísmo.

Somos un animal social, al decir de Aristóteles, verdad olvidada bajo el aluvión de individualismo radical y libertario que en los 80 impuso una visión de la sociedad y de la economía, echando por la borda lo fundamental del legado cultural greco-cristiano. La pandemia abruptamente colocó ante nuestros ojos no solo la realidad de esa interdependencia sino la necesidad de reconocerla y de asumirla. La naturaleza se ha hecho oír y diría que de una manera perentoria: somos individuos libres pero responsables, con la sociedad pero también con la naturaleza.

En el ámbito humano de la vida, esta no se desenvuelve por imposición de una autoridad o estructura superior, sino por la dinámica de nuestra naturaleza de animales sociales. El resultado, una estructura de solidaridad basada en la familia amplia, con los parientes, que se extiende a los vecinos en el marco de la comunidad. Esa es la base de la democracia, que en esta pandemia está amenazada por el extremismo de las soluciones estatales absolutistas y por un libertinaje que no admite ninguna restricción al querer individual.

Es la vía democrática, a partir del respeto al ejercicio de una libertad responsable que armoniza lo individual con lo social/colectivo, al compaginar la energía de la motivación personal, espontánea y egoísta con la nacida del ejercicio racional de reconocer la existencia del otro y la interdependencia existente entre las personas.

En el campo económico la salida también parece estar en la aplicación de la libertad responsable, donde la libertad individual es central pero mediada por la responsabilidad social expresada en la acción de un Estado guardián del interés general. Un Estado que garantiza la dotación y acceso universal a los bienes y servicios públicos, con una política tributaria que defienda la inversión productiva y paralelamente redistribuya una riqueza generada no solo por el esfuerzo y los recursos de unos cuantos superempresarios, sino con el aporte de la sociedad en su conjunto; es decir, la riqueza que se genera en la economía no es solo privada sino también social.

Estamos ante otra área que congrega e integra la acción de dos fuerzas complementarias, el Mercado y el Estado, creaciones humanas ambas al servicio de la sociedad de los hombres; es el principio de la libertad responsable en el ámbito de los procesos económicos. El coronavirus, entre sus mensajes, ha dejado este claramente. Veremos si se le escucha o si seguimos cuesta abajo, pero ahora con más impulso.

 

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