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Lo fácil que hubiera sido

Marianne Ponsford
29 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.

José Darío Uribe no es un gestor cultural. Miguel Urrutia, su antecesor en el cargo de gerente del Banco de la República, tampoco. Ambos, como es más que natural, son economistas. Y sin embargo, no se puede escribir la historia cultural de Colombia sin tener en cuenta al Banco.

La razón es simple: en 1923, el mismo año de su creación, el Banco asumió el cuidado de valiosas piezas precolombinas, así como de libros y documentos que formaban parte del patrimonio nacional. Para poder preservarlos como es debido, creó dos instituciones, el Museo del Oro y la Biblioteca Luis Ángel Arango. Y desde entonces, toda la actividad cultural del Banco ha sido coordinada por una subgerencia cultural, a cuya cabeza han estado los nombres más competentes de la gestión cultural en el país. Por supuesto, ha sido afortunado que tanto Urrutia como Uribe tengan una profunda sensibilidad por las humanidades, pero digamos que no es estrictamente necesario: basta con que hubieran nombrado en el cargo a gente competente, cosa que sí hicieron. Basta con que no hubieran politizado el cargo, cosa que no hicieron. Basta con que le hubieran dado respaldo y recursos, cosa sobre la que se volcaron. Y por eso el Banco es lo que es en la historia cultural del país.

Qué fácil le hubiera quedado a Consuelo Caldas, actual presidenta ejecutiva de la Cámara de Comercio de Bogotá, hacer lo mismo con su propio evento cultural, ArtBo.

Comenzó bien: nombró a comienzos de año en el cargo de dirección de la feria a María Paz Gaviria. A la hija del expresidente Gaviria los artistas la respetan, tiene todos los contactos que hay que tener, tiene una visión cosmopolita y unas excelentes credenciales académicas para el cargo. Su nombramiento generó un entusiasta consenso en la escena de las artes de la capital.

Pero desde su llegada, todo fue confusión. No se le permitió dar entrevistas, no se le permitió manejar recursos, no se le permitió hacer fundraising. Es decir, no se le permitió hacer su trabajo. Un sabotaje constante y callado, sin explicaciones, que ha culminado esta semana con el delirante retiro de la galería de su padre de la feria y la absurda “expulsión” de uno de sus artistas, Juan Fernando Herrán, del proyecto curatorial de María Inés Rodríguez para la feria, por supuesto conflicto de intereses. ¿A estas alturas?

Para el evento de inauguración del nuevo centro de convenciones de Bogotá, Consuelo Caldas ha expresado su deseo de que venga la Orquesta Filarmónica de Berlín. Cualquiera que sepa algo, alguito, sólo un poquitico sobre el mundo de la música clásica, sabría que su pretensión no sólo es un exabrupto bastante cursi, sino también ofensiva para con la escena musical de la ciudad, de cuya Cámara de Comercio es presidenta.

Hay que entregar la gestión cultural a gente competente. Y respaldarla. Para una feria tan importante como ArtBo, en su octavo año, tocaba dejar de lado las vanidades. Y al final, si bien los gerentes del Banco nunca lo han hecho, Consuelo Caldas podría haber cosechado todos los elogios del caso por lo que no hizo pero sí dejó hacer. Qué fácil hubiera sido.

 

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