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¿Lo hizo Dubái?

Thomas L. Friedman
23 de noviembre de 2014 - 02:00 a. m.

Desde aquel despertar árabe a finales de 2010, Estados Unidos ha cojeado de una respuesta estratégica a otra. Intentamos la decapitación sin invasión en Libia; falló.

Intentamos la abdicación en Siria, y falló. Probamos con la democratización en Egipto, aprobando la elección de la Hermandad Musulmana; eso falló. Intentamos invasión, ocupación, abdicación y ahora una nueva intervención en Irak y, si bien aún no se decide, sólo un tonto se sentiría optimista.

Quizá el comienzo de la sabiduría es reconocer que no sabemos lo que estamos haciendo aquí y, lo que reviste mayor importancia, no tenemos la voluntad para invertir fuerza abrumadora durante el tiempo que haría falta para moldear de nuevo cualquiera de estos lugares. E incluso si la tuviéramos, no es claro que funcionaría. Así que si Oriente Medio es una región que no podemos reparar ni pasar por alto, ¿qué queda? Yo apoyo la “contención” y “amplificación”.

¿Cómo es eso? Donde hay desorden —Irak Siria, Yemen, Libia—, colaboremos con fuerzas regionales para contenerlo, lo cual es esencialmente lo que estamos haciendo actualmente. Tan sólo abrigo la esperanza de que no nos metamos más profundamente. Donde hay orden impuesto —Egipto, Argelia—, trabajemos discretamente con el Gobierno para que intente volver ese orden más aceptable, justo, incluyente y legítimo. Donde ya hay orden y decencia —Marruecos, Jordania, Líbano, Kurdistán y Emiratos Árabes Unidos—, hagamos todo por amplificarlo, para que así se vuelva más consensual y sostenible. Y donde hay orden, decencia y democracia —Túnez—, démosles tanto dinero como pidan (lo que no hemos hecho).

Pero nunca olviden: sólo podemos amplificar lo que ellos hacen. Cuando el cambio empieza o depende de que permanezcamos en el poder, no es autosustentable, el valor de mayor importancia en relaciones internacionales. Cuando empieza con ellos, puede ser autosustentable. El mejor ejemplo de eso es Emiratos Árabes Unidos (EAU) y su joya de la corona, Dubái. He sostenido varias conversaciones aquí con respecto a esta cuestión: ¿causó Dubái el despertar árabe?

Esperen. ¿Cómo puede haberlo hecho? EAU y Dubái son monarquías absolutas que no toleran oposición o verdadera libertad de prensa. Se debe a que Dubái, más allá del oropel, cristal y tanto auges como caídas de los bienes raíces, se ha convertido en el Manhattan del mundo árabe: un lugar donde jóvenes árabes de toda la región pueden llegar a volver realidad su potencial pleno en artes, negocios, medios, educación y nuevas empresas tecnológicas —con empresas de clase mundial— y en su propia cultura, su propio idioma, su propio ambiente religioso, sus propias preferencias alimenticias, música, y ropa.

Conforme más árabes jóvenes venían a Dubái, o lo veían por TV desde lejos, cada vez más se preguntaban: “¿Por qué no tenemos eso en mi país árabe?”. El ex primer ministro palestino Salam Fayyad me dijo: “Ahora la gente sabe lo que significa ser un ciudadano en todas partes”. Una cosa fue ver a jóvenes egipcios observando el éxito de Singapur o Brasil y compararlo con su propio país a la zaga, pero cuando Dubái demostró que los árabes pueden construir un Singapur, donde árabes jóvenes pudieran volver realidad su potencial, Dubái se volvió subversivo políticamente. A lo largo de la región se oía la pregunta: “Incluso si no podemos tener democracia, ¿por qué al menos no podemos tener Dubái?”.

“Dubái es la capital de la Primavera Árabe; la verdadera revolución empezó aquí”, argumentó Mazen Nahawi, palestino de 39 años de edad que fundó News Group International, empresa de supervisión de medios aquí en Dubái. El despertar árabe “no empezó porque ellos quisieran libertad y democracia. Empezó en la mente del (árabe) promedio que vio la evidencia en Dubái de que nosotros podíamos hacer cosas que son duras, y podíamos hacerlas de clase mundial (como Puertos Dubái y Aerolíneas Emiratos), con un alto nivel de desempeño en los sectores corporativo y gubernamental, y con mucha tolerancia. Y compararon eso con la realidad y retórica de los regímenes militares árabes” bajo los cuales vivían.

Hay una incubadora financiada por el gobierno de EAU, llamada “doscuatro/54”, enfocada a encender la chispa de medios de comunicación árabes y su industria del entretenimiento. Siempre intento ir de visita. En 2008 estaba incubando 15 empresas. Actualmente tiene 311, con cineastas, artistas y nuevas empresas que llegan de cada país árabe y el sur de Asia.

“Al Jazeera les dio a los árabes una ventana sobre el mundo y Dubái demostró que se podía hacer aquí”, agregó Nahawi. Cuando ves alguien justamente como tú teniendo éxito al lado mientras tu sociedad no lo tiene, se vuelve un tema político. En abril, ASDA’A Burson-Marsteller divulgó su tercer sondeo de jóvenes árabes, el cual arrojó: “Por tercer año consecutivo, Emiratos Árabes Unidos sigue siendo el país más popular en el cual vivir y el país que a la juventud árabe más le gustaría que su país emulara”. EUA obtuvo 39%. Estados Unidos tuvo 21%.

El punto es que tiene que empezar con ellos. Lo mejor que podemos hacer es amplificar. David Kilcullen, el experto australiano en contrainsurgencia que sirvió con Estados Unidos en Irak y Afganistán, me dijo: “Justamente, como hay una chispa de vida en un cuerpo físico, tiene que haber una chispa de legitimidad y coherencia en un organismo político. Además, si no está ahí, intentar sustituirlo es como poner un cadáver sobre una losa y conectarlo a un rayo para traerlo de vuelta a la vida. Terminas con el Dr. Frankenstein. Puedes animar un cadáver y hacerlo caminar y hablar, pero tarde o temprano va a rebelarse. Cuando no tienes el liderazgo local, invadir no mejora la situación. La empeora”.

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