En respuesta al editorial del 12 de abril de 2021, titulado “La reconstrucción pendiente”.
Se queja el editorialista de que se hayan cumplido los 100 días prometidos por la administración de Iván Duque para comenzar la reconstrucción de Providencia y Santa Catalina, pero la ejecución va demorada. El primer reparo que merece el enunciado del editorial es que aquello que el presidente prometió fue reconstruir Providencia en 100 días, no comenzar la reconstrucción de Providencia en 100 días. Esto se puede corroborar revisando el extenso material audiovisual que así lo informa en la red.
Podemos entender que se trató de una piadosa promesa en caliente y con el ánimo de subir la moral de una comunidad enfrentada a semejante contingencia. Promesa, desde luego, humanamente irrealizable en 100 días, incluso invocando la ayuda de la Virgen patrona de Providencia, como en efecto lo oímos en las rogatorias del presidente. Pero, más allá de las promesas y las ayudas celestiales, la reconstrucción avanza, aunque lentamente y sin afanes.
Sin embargo, el problema radica en el tipo de reconstrucción que se está ejecutando, pues en muchos casos solo se trata de arreglos cosméticos sobre lo poco que quedó en pie. Desde aquellos lejanos dominios ultramarinos nos llegan voces inconformes con el tipo de construcción implementada.
Una de ellas es Josefina Huffington, presidenta de la Veeduría Cívica Old Providence, cuyo testimonio audiovisual fue recogido por El Espectador el 24 de febrero pasado, titulado: “Providencia: así va su reconstrucción tras 100 días del paso del huracán Iota”. La raizal de Providencia dice haber presentado ocho modelos de vivienda con referencia antisísmica y antihuracanes, elaborados por arquitectos expertos en huracanes de categoría 5, pero que los proyectos no fueron aceptados por el Gobierno.
Si les creemos a los expertos en huracanes, estos fenómenos naturales aumentarán su presencia en el Caribe, debido al calentamiento global. Así las cosas, la conclusión lógica es que todas las construcciones que se levanten hacia el futuro deberían estar diseñadas para resistir los embates de los vientos huracanados.
Debemos recordar la moraleja del cuento infantil de los tres cerditos. Para protegerse del lobo feroz, construyeron sus casas: uno con paja, otro de madera y el tercero con ladrillo. Luego, llegó el lobo diciendo: “¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!”. El lobo sopló sobre las casas de paja y de madera, que no aguantaron y cayeron destruidas, resistiendo únicamente la construcción de ladrillo.
Pues bien, el viento nos dejó destrucción, pero también una lección. Los reconstructores de Providencia deberían tener presente la referida y conocida moraleja; así, cuando vuelvan los fuertes vientos, las viviendas quedarían en pie. No sería justo con nuestros compatriotas que en el futuro tuvieran que reconstruir la reconstrucción, todo porque la reconstrucción se hizo con pura paja.