Lo que hubiera podido ser

Juan Carlos Botero
07 de septiembre de 2018 - 07:15 a. m.

Colombia podría estar viviendo el mejor momento de toda su historia, lleno de ilusión y optimismo, celebrando ocho años de logros importantes, incluyendo lo que tantos creímos que jamás llegaríamos a ver en vida: el fin de las Farc. Y esto no es así por culpa de una sola persona.

Pensemos por un segundo en cómo estaría el país si Álvaro Uribe hubiera tenido la grandeza de apoyar el gobierno de su sucesor en vez de declararle, más que la oposición, la guerra. Sólo porque él se sintió “traicionado” por Santos, se dedicó a sabotear su gestión, a insultarlo sin prudencia o mesura, y a oponerse a todo lo que hiciera el gobierno, empezando con su tema bandera: el proceso de paz. Uribe fabricó mentiras y calumnias, llamó al presidente mafioso, filtró los diálogos secretos de las Farc en Cuba, inventó la patraña de que Santos era un aliado del castrochavismo y convenció a medio país de que eso era cierto. Por eso insisto: ¿qué habría pasado si Uribe hubiera hecho lo contrario?

Si esa sola persona hubiera apoyado el gobierno de Santos, todo habría sido distinto. Colombia estaría disparada en la carrera del progreso continental.

Para empezar, el proceso de paz jamás habría sufrido la derrota del No en el plebiscito. Con los aportes de Uribe el proceso habría sido aún mejor diseñado, y la inmensa mayoría del país lo habría respaldado. En cambio, el conflicto rebelde más largo del continente concluyó y nunca celebramos su fin. Un conflicto que produjo miles de víctimas, y sumas incalculables malgastadas en armas y en daños de infraestructura, pero no fue festejado al terminar. Recuerden las imágenes festivas al concluir la II Guerra Mundial o el apartheid en Sudáfrica. Y en Colombia eso no sucedió porque Uribe prefirió convencer a su base de que el Nobel de Santos era inmerecido. Por algo el New York Times tituló su editorial: “El hombre que está bloqueando la paz en Colombia”.

Basta pensar en todo lo que Santos logró aun con la furiosa oposición de Uribe. Las cifras hablan por sí solas. Se redujo la tasa de homicidos en un 35 %. Por primera vez las camas del Hospital Militar están vacías. Se redujo la desigualdad con casi 5,5 millones de personas que salieron de la pobreza. Se redujo el secuestro en un 94 %. La pobreza monetaria bajó del 37,2 % al 26,9 %, y la pobreza extrema, del 12,3 % al 7,4 %. Se redujo el desempleo, se repartieron 270.000 viviendas gratis, se triplicó la red de autopistas, se protegieron 43 millones de hectáreas (un área del tamaño de Italia), la inversión extranjera pasó de 6.000 millones de dólares al año a 14.000 millones al año, y mucho, mucho más.

Esto no significa que la gestión de Santos haya sido perfecta. Hubo graves errores que he señalado antes. Pero cualquiera que no sea un fanático debería reconocer estos logros que son innegables, y además admirables.

Repito: nuestra historia habría sido otra si Uribe hubiera tenido la grandeza de apoyar el gobierno de Santos. El país estaría celebrando el fin de las Farc y la mejoría en muchos aspectos de la vida, enfocado en combatir los problemas que persisten, como la corrupción, el asesinato de líderes sociales y los lastres del subdesarrollo. Pero Uribe careció de esa grandeza y prefirió aguarle la fiesta a Santos, sin pensar que al tiempo le estaba aguando la fiesta a toda Colombia.

 

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