Lo que me indigna de la industria webcam

Columna del lector
08 de abril de 2019 - 05:00 a. m.

Por HelenaJensen

Fue en Juan 8:11 donde Cristo liberó a María Magdalena de la muerte y, no sintiéndose con el derecho de emitir un juicio, le dijo: “Vete y no peques más”. Hoy agradezco a Jesús que me sirva de ejemplo para responder a cierto senador juglaresco porque, aunque no soy creyente y mucho menos del pecado, toda la energía evangelizadora que ese señor ha concentrado en nosotras me ha permitido encontrar inspiración para el escrito.

Cuando hablo de nosotras me refiero a los cuerpos que pertenecen al mundo laboral inconforme con un salario mínimo que no alcanza para vivir. Hablo de nosotras, que vemos en el deseo un arma de empoderamiento feminista. Hablo de nosotras cuando es el sudor y la esperanza de poder transgredir el hado impuesto lo que nos hace levantarnos cada día, encender la cámara y hacer de nuestros cuerpos un arma de revolución.

No creo que sea propio de una persona inteligente reducir el trabajo sexual al denominativo de trabajo “indigno”. ¿Utilizar un cuerpo para fines económicos es algo indigno? Entonces habría que poner en esa misma etiqueta a vendedores, meseros, celadores, abogados, futbolistas… al propio capitalismo. ¿Lo indigno es entonces lo sexual? Yo, que soy trabajadora de la industria webcam, no acepto la significación que se le ha dado a esta palabra.

Indigno es que exista alguien que quiera enriquecerse con nuestro sexo con la excusa de “mejorar la imagen del país” y, más aún, que el Estado se preste para dicha hipocresía. Miremos una realidad: nuestro trabajo, tal y como el senador lo resaltó al periodista de Blu Radio a finales del año pasado, recauda US$450 millones anuales, millones que nos deberían pertenecer solo a los dueños de estos cuerpos, porque si alguien tiene derecho a utilizarlos como objetos y a lucrarse por el medio que queramos somos nosotros mismos, el resto es explotación sexual. No me malinterpreten, no es que no quiera aportar a la justa causa de financiar la salud o la educación, pero no es un tercero el que lo debe decidir, sobre todo cuando puede sacarlo de las gaseosas que tanto daño hacen a la salud o redistribuyendo mejor los salarios.

Indigno es que en un país laico aún se siga utilizando la moral cristiana para fundamentar leyes. Indigno es que después del asesinato de Carla, la modelo webcam de Cali en diciembre de 2018, el Estado no haya implementado medidas para proteger nuestra integridad tanto laboral como personal y, por el contrario, se haya unido al negocio de los estudios para sacar su retribución proxeneta.

Pensar que obligarnos a pagar impuestos hará que se frene la industria demuestra un desconocimiento tanto del negocio como de las leyes de cambio de divisa y de oferta y demanda. Es eso, o que entiende tan bien al campo involucrado como para entender la mina de oro que representa.

Indigno es que se atrevan a escuchar en el Senado a alguien con cualquiera de esas características.

Reconozco la sexualidad como un bien de primera necesidad, y la historia desde Grecia hasta los espectadores colombianos en mi room de Chaturbate pueden atestiguarlo. Ya es hora de que el Gobierno lo acepte y deje de voltear la vista o ponerla solo en cartillas de familia. El Estado eligió hacernos visibles y ahora tendrá que lidiar con nuestra existencia.

Quiero finalizar invitando de nuevo a la Biblia, pues, como dijo el poeta Blake, también “la desnudez de la mujer es obra de Dios”.

@habitat225

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar