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Lo que vi

Hernán Peláez Restrepo
23 de diciembre de 2008 - 12:54 a. m.

Para muchas personas, el número 13 encierra tristezas, agüeros y preocupaciones.

El América de Cali venía en los últimos seis años buscando la decimotercera estrella y por eso cuando Iván Vélez, el lateral derecho —y con el número 13 en su espalda por si acaso—, desembocó hacia el arco del Medellín y tiró el centro a ras de piso, una especie de “busca niguas”, para propiciar el autogol, el rojo de Cali comenzó a creer en la obtención del ansiado título.

América, muy superior en goles al DIM en esta final, demostró una nueva manera de jugar en nuestro medio. Sabe pasar en velocidad del medio hacia adelante y con dos jugadores actuando bien pegados a las laterales, justificando aquel viejo axioma en el fútbol: abrir la cancha. De ahí que Paulo César Arango y Pablo Armero siempre le ofrecieron salida a sus compañeros, buscando en el centro a Adrián Ramos, jugador consagrado en esta época y con 12 goles a su haber, y al veterano Víctor Cortés, que no lo es tanto por la edad sino por su oficio dentro del área contraria.

Además, la solidez de Adrián Berbia, el mejor arquero del campeonato, y la presencia de un defensa rústico, pero necesario en esta clase de finales, como Harold Viáfara contribuyeron a montar un equipo, muchas veces sin pausa ni respiro, aunque capaz de prescindir de un volante armador y señalando de paso a su técnico, quien fue un estupendo volante creativo, capaz de progresar y modernizar el juego de su equipo.

Sobre este punto, en la hoja de vida de Diego Édison Umaña, en otra columna del colega Guillermo Ruiz, se puede comprobar cómo siempre estuvo ahí en el grupo de protagonistas del fútbol colombiano, bien sea como jugador o técnico. Aparte, su corazón, acostumbrado a éxitos y llantos por los títulos perdidos, se mantuvo funcionando a la perfección.

En cuanto al subcampeón, Medellín, batalló hasta el final y con Ómar Pérez y Juan Carlos Quintero como sus líderes futbolísticos nunca renunció a su buen estilo de juego.

En definitiva, no siempre el número 13 es de mala suerte. Esta vez América emparejó a millonarios en títulos y más allá de todos los problemas y situaciones internas que lo rodean, es un ganador amplio, generoso y merecido.

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