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Lo que vi

Hernán Peláez Restrepo
04 de noviembre de 2008 - 12:48 a. m.

Definitivamente los técnicos se deben clasificar en sólo dos categorías: los que ganan partidos y los que enseñan a jugar.

Nuestros campeonatos en la A y en la B están copados por los primeros, es decir, contratados sólo para que ganen partidos, puntos, clasificaciones, cupos a copas. Los segundos, quizás, tengan albergue en categorías menores, porque allí todavía no está el asunto profesional.

De ahí que los que ganan partidos, cuando no lo consiguen, generalmente se ven destituidos, indemnizados y cambiados de inmediato, sin mayores consideraciones. Por eso, el fútbol en general que vemos sale así, a no perder, a sostenerse en el cargo y dejar los riesgos para otras ocasiones.

Claro que de cuando en vez salen equipos a jugar atrevidamente. El Medellín, que no le ganaba al Cali en el Pascual desde 1961, con goles de Greco y Lanza, formidable en la franja izquierda en la delantera de los rojos, que se completaba con Carlos Cuéllar, Turrón Álvarez y Juan Vairo, mostró un equipo ordenado en la zona de volantes, con Choronta Restrepo y Juan Carlos Quintero, aplicados en marca y entrega y con claridad para llegar al arco contrario, como ocurrió en el gol de Quintero. Pero vi al mejor distribuidor de juego para mí en este momento del campeonato: Ómar Pérez. Siempre se tejieron a su alrededor dudas sobre su verdadera situación físico-atlética, que una lesión crónica de rodilla le impedía rendir. Si eso fuese cierto, en una sola pierna juega más que muchos, porque tiene visión del campo, sabe manejar los cambios de frente, pega bien al balón en tiros libres directos y, por sobre todo, sabe proteger el balón y sorprender con pases, como el hecho a Quintero para el gol.

Medellín nunca exhibió debilidad y por ningún lugar los verdiblancos podían llegar. El mejor ejemplo lo dieron los aficionados del Cali, quienes se marcharon mucho antes de finalizar el partido, pues el genuino conocedor de fútbol sabe cuando su equipo puede o no, y el Cali no podía, en vista de la enorme superioridad del DIM. De lo que vi, fue la más reconfortante lección de cómo jugar bien. No tanto bonito, pero bien.

El drama del descenso solo terminará en la última fecha, cuando Pereira y Bucaramanga se enfrenten entre sí. Mientras tanto, Santa Fe, en la cuerda floja, sólo requiere de un milagro porque a punta de empates y buena defensa no se llega. Valoyes, Toloza y Néculman requieren de un tratamiento especial y urgente con yerbas, con rezos, con fe, con promesas, con lo que sea, para intentar quedarse en el grupo de finalistas.

 

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