Lógicamente ilógico

Juan Carlos Ortiz
10 de mayo de 2019 - 03:26 a. m.

A veces prima la lógica, a veces nos controla la ilógica, pero sin duda alguna, siempre nos movemos de manera pendular  como seres lógicamente ilógicos. Estamos viviendo la cuarta revolución industrial, la revolución digital, la que todo lo transforma, la que todo lo acelera, la que todo lo vuelve exponencial y la que todo lo hace posible. Nuestra generación está viviendo un momento único en la historia, irrepetible, donde los modelos clásicos de negocio se desploman como cocos y el emprendimiento surge como espuma.

Hace unos días estaba de viaje por Europa asistiendo a una feria de tecnología, inmerso varios días entre la realidad virtual, la robótica, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la imagen 8K, los drones, la telefonía 5G y la impresión 3D, que me dejaron agotado y emocionado a la vez con tanta innovación e información recibida. Ya terminado el evento decidí regresar nuevamente a casa y tomé un taxi desde el hotel hacia el aeropuerto en Londres y al entrar al terminal me di cuenta que se había quedado el teléfono con toda mi información en el carro.

Mi primera reacción fue:

Debo llamar ya al taxista para avisarle. Pero como lo llamo si no tengo celular para llamarlo. Más bien debo comunicarme con el hotel para pedirles ayuda. Pero la información del hotel está en el teléfono. Me empecé a sentir impotente en crescendo. Ya ni siquiera hay teléfonos de monedas para llamar. Entré a mi computador para poder traer toda la información del teléfono pero con tan mala suerte que pidió un doble código para poder abrirlo y por seguridad me lo mandó al teléfono. Quedé totalmente bloqueado, me tomé la cabeza y sentí debilidad, impotencia y desesperación. De ser un fan de la tecnología pasaba en automático a convertirme en su víctima, en su máximo dependiente.

Ya tenía que tomar el vuelo de regreso y sufrí un desgarro emocional que me hacía ver diminuto y muy frágil. Perder el teléfono es como perder la vida, el mundo se puede caer y el caos y la incertidumbre se pueden apoderar de todo.

¿Y si me necesitan urgente?

¿Y si me llama la familia?

¿Y si hay alguna emergencia en el trabajo?

Sin solución me subí al avión y partí por 7 horas las cuales fueron el principio de una larga reflexión espiritual.

Al día siguiente y desde un teléfono prestado llamé al hotel y amablemente ofrecieron ayuda para tratar de localizar al taxista.

A las 24 horas me contactaron nuevamente para decirme que el conductor había devuelto el teléfono y ya lo tenían en sus manos.

No se lo había robado!!!

Lo había regresado !!!

La fé en el ser humano había retornado nuevamente a mi vida y una sonrisa de esperanza se asomaba en mi cara.

Me enviaron el teléfono por un correo que se demoró 7 días en llegar. 7 días que me permitieron vivir desconectado intencionalmente para percibir esa nueva experiencia.

Pasé de sentirme como un paciente de una clínica de rehabilitación digital a un ser libre y tranquilo. La calma regresó y aprendí una vez más que el mundo puede vivir sin nosotros y nosotros vivir sin el mundo.

El teléfono ya llegó.

¿Será el mismo?

¿Habrá cambiado él o habré cambiado yo?

Ya nos encontraremos nuevamente.

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