Los 18 años de Transmilenio

Óscar Sevillano
20 de diciembre de 2018 - 06:45 a. m.

El sistema de buses articulados Transmilenio cumple 18 años de existencia, tiempo en el que demostró que la movilidad para los bogotanos se podía modernizar, bastaba con un poco de voluntad política del mandatario de turno en la capital del país, y la ayuda del Gobierno Nacional, para que la ciudad comenzara a abandonar los buses viejos amarillos que circulaban por las avenidas principales, protagonistas de la guerra del centavo y causantes de miles de accidentes de tránsito.

Sin embargo, hoy no se puede decir que lo que en un comienzo se mostraba como un sistema de movilidad amigable con los ciudadanos es igual a lo que fue en sus inicios, porque la llegada de Samuel Moreno Rojas a la Alcaldía de Bogotá no solo significó para la ciudad el robo de sus finanzas a manos llenas, sino que además trajo consigo la parálisis a Transmilenio y su indiscutible retroceso, situación que tuvo continuidad durante la administración de Gustavo Petro, quien por decisiones políticas no lo rescató, y más bien por el contrario, con su pasividad, permitió que el sistema de buses articulados continuara desgastándose.

Si a Transmilenio se le hubiese dado la atención que necesitaba durante las administraciones de Moreno Rojas y de Gustavo Petro, hoy ya estarían en funcionamiento las troncales de la Séptima, avenida 68 y avenida Boyacá, por tanto, sus estaciones y portales no se mantendrían saturados y la capital del país estaría pensando en la primera línea del metro y del tren de cercanías, sin tener que distraer la atención pensando en cómo invertir recursos de manera equitativa entre dos proyectos de movilidad, sin que luzcan como si estuviesen compitiendo el uno con el otro, sino como dos sistemas que son complementarios.

Al descuido de Transmilenio de las dos anteriores administraciones hay que sumarle la falta de amor y cuidado de los bogotanos hacia el sistema, al que a diario se maltrata, impidiendo que las puertas de las estaciones se cierren automáticamente, ingresando sin pagar el costo del pasaje, destruyéndolo en cada manifestación ciudadana que se convoca en Bogotá, convirtiéndolo en el lugar por excelencia para atracos a mano armada o a través del cosquilleo, y donde los reyes del morbo hacen de las suyas aprovechando el tumulto al interior de los articulados.

A lo que hoy pudo ser el símbolo del progreso de la capital del país, por culpa de las dos administraciones anteriores, sumado a la falta de cultura y amor por la ciudad de parte de los bogotanos, no es posible celebrarle sus 18 años de existencia como debería ser, porque su aspecto no es el mejor y es necesario trazar la ruta hacia su mejoramiento, para que retome el camino que abandonó, no porque su funcionalidad sea mala, sino porque se convirtió en la víctima principal de las decisiones de una política que fue nefasta para Bogotá.

Por eso es tan necesario que la construcción de la troncal por la carrera Séptima se inicie en esta administración, y ojalá que el proyecto de la avenida 68 se avance lo suficiente.

Es muy triste que la capital del país no pueda celebrar con orgullo y alegría la existencia de un sistema de transporte que 18 años atrás cambió el sistema de transporte de Bogotá, y demostró que sí se podía acabar con los buses viejos, que muchas personas que hoy viven en la capital seguramente no alcanzaron a conocer, ni a padecer, pero que algunos sí tuvimos que utilizar, siendo testigos del cambio que tuvo la ciudad con el ingreso de los articulados, y es por eso que opinamos que no se le puede seguir dando trato de cenicienta.

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