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Los ausentes: ‘Cambio’ y Tomás Eloy

Ana María Cano Posada
12 de febrero de 2010 - 01:40 a. m.

HAY QUE LAMENTAR QUE HAYA IDO desapareciendo la finura del periodismo en quienes lo hacen. Y que una factura burda vaya a la vanguardia.

Está ausente ahora la capacidad de percibir, de buscar, de preguntar, de filtrar, que es la materia prima de los grandes reporteros y es contraria a la mecánica rutina con la que se hacen medios de comunicación a la manera de engranajes que repiten lugares comunes, visiones gastadas e intereses personales revestidos de personajes que usan el periodismo como un pasaporte al poder.

La finura periodística está dada en la devoción por el dato, el detalle, el descubrimiento, por el criterio y la convicción de estar haciendo un trabajo para otros, a los que se debe lealtad porque se está creando una realidad, se está escogiendo lo que merece atención y expresándolo de manera que haga comprender mejor la vida, iluminarla al menos en algo desconocido. Lealtad con quienes le creen al periodista que hace confiable su trabajo.

De esto tenía en cantidades Tomás Eloy Martínez, ese periodista escritor lamentado por ausentarse en pleno uso de su productividad y de su sensibilidad. Tomás Eloy se encargó de sembrar este continente de preguntas a los periodistas para que no dejen entumecer su cerebro ni los arrastre la mediocridad, ejerciendo con pasión y rigor el oficio.

Esta ha sido una semana de ausencias en el periodismo. El género informativo/narrativo es espejo de lo que ocurre y de lo que no ocurre; es un filtro de los acontecimientos y de las manipulaciones. Deplorable la muerte de Tomás Eloy Martínez y el cierre infame de la revista Cambio como un portazo en Colombia a la investigación, a la capacidad de dar largo aliento a los artículos periodísticos, de hacer seguimiento a los hechos que se sepultan unos a otros y un redoble de tambores fúnebres a la libre expresión, al oxígeno para un país enrarecido de repeticiones y corrupciones. Sabemos cuánto se pierde definitivamente cuando se cierra el círculo alrededor de la corte del poder, dejando desvalida la construcción de conciencia y de representación pública para ser más proclives al milagro y la promesa.

La indignación pública que ha levantado el cierre de un equipo periodístico como el que construyó informativamente la revista Cambio, con la forma soberbia en que El Tiempo lo hizo, ausente de respeto, confirma que la finura está en retirada, que se ha perdido la vergüenza, que los tiempos burdos y sordos se imponen y que el estilo periodístico mecánico y sometido al poder avanza para que el periodismo investigativo y hecho con finura se disuada.

Para señalar cómo es  la finura en el periodismo valga la muestra de lo que logró el periódico El País de España después de haber estado en Haití este tiempo tras el terremoto: consiguieron la fotografía que puede pasar a la historia como la imagen de la devastación sin el tono de algarabía que tuvieron todas las demás. Es un hombre joven desnudo que camina al aire de su trastorno mental por todas las calles de Haití sin que nadie se ocupe de él ni lo vea. Cristóbal Manuel, el fotógrafo, da este elocuente signo de lo que pasa con esa isla que viaja a la deriva de ella misma a pesar de los afanes por ayudarla que se recogen en el planeta.

Mientras, en Colombia esta ausencia del periodismo independiente, investigativo y fino tiene que reunir los pocos sobrevivientes para embarcarlos en una arca y capotear este naufragio, sin quedar a merced de los dueños de la opinión.

 

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