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Los candidatos y la piel

Arturo Guerrero
26 de junio de 2015 - 05:14 a. m.

Luego de tantos engaños, en época preelectoral lo imprescindible son los criterios para escoger por quién votar.

Que el candidato pertenezca a tal o cual partido, todos resultaron traidores. Que sea de izquierda o de derecha, la historia ya dio veredicto sobre la semejanza tirana de las caras de la misma moneda.

Que promulgue este u otro programa, el pragmatismo entrará a borrar las diferencias. Que haga alianzas con dios o con el diablo, la conveniencia calculará el valor de estas amistades. Que tenga tal o cual trayectoria política, los vientos del poder hoy soplan por donde mañana todos aborrecerán pasar.

La veleidad es el signo por excelencia de quienes apetecen el mando. Cualquier trapisonda es valedera, todo acomodo es permitido, los principios no quedan al principio sino al final. Y el final es el ídolo ante el que se inmolan ley, ética, dignidad, consecuencia, amistad.

¿Cómo entonces orientarse en esta carrera de desafueros en pos del dominio público? Nicolás Gómez Dávila, el sabio colombiano que se apreciará en el cuarto milenio, propone un norte: ¨al fin y al cabo –escribió en sus ´Nuevos escolios¨- solo resulta sensato tener preferencias políticas por motivos estéticos¨.

Si a una adolescente se le entrega esta frase, pensará que estética es lo que se practica en los salones de belleza. Los peluqueros se enorgullecen de su título de 'esteticistas'. Obviamente no son de esta naturaleza perfumada los motivos estéticos de que habla Gómez Dávila. Tampoco tienen que ver con la estética niveladora de los cirujanos que afilan las narices y redondean las colinas hechiceras de las mujeres de almanaque.

La estética, en su acepción original, tiene que ver con la sensibilidad, con la manera como los sentidos nos entregan la realidad. De los cinco sentidos clásicos, el estómago y la piel cobran preeminencia creciente. Pero el estómago no equivale al gusto ni la piel al tacto, a despecho de la función tradicional otorgada a estos órganos.

El estómago son las tripas, el lugar donde vuelan mariposas cuando alguien se enamora o donde lo sólido se licúa en momentos de pánico. La piel tiene nuevo nombre: cenestesia o propiocepción. Es la captación bruja de las profundas corrientes personales, impactadas por la desgracia o ventura circundantes.

Hasta no hace mucho, a la estética se la identificaba con la belleza. Los artistas contemporáneos descubrieron que basura, sangre, horror, contienen capacidad conmovedora. Y erigieron un neologismo, el feísmo, como manera de ampliar el espectro estético del presente mundo atribulado.

Así las cosas, los motivos estéticos para definir preferencias políticas pertenecen a la almendra sensitiva de individuos y pueblos. Son sensatez inoculada en la lecha materna, pero también educada en diálogo con inteligencias e intuiciones exquisitas.

El mismo escritor de los escolios bordeó en seis palabras gordas la carencia de estética en la civilización mortecina que soportamos: ¨a ricos y a pobres hoy solo los diferencia el dinero¨.

 

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