Los cubistas no pintaban mentiras

Arturo Guerrero
15 de febrero de 2019 - 10:45 a. m.

Hay una diferencia de fondo entre quienes descubren lo verdadero y quienes inventan lo falso. Una cosa es descubrir, otra, bien diferente, es inventar. Descubrir es penetrar en la realidad presente o latente de las cosas.

De otra parte, hay dos acepciones del invento. Inventar puede ser combinar lazos que no existen en lo real. Aprovechar lo que se ha descubierto para cruzar potencias y generar nuevos resultados. En este sentido el invento versa sobre el mundo tal y como se presenta. El inventor agrega, eso sí, una combinación, una relación inédita

Pero inventar también puede ser torcer la interpretación de los fenómenos. Es bien sabido que, ante el espectáculo del mundo, los ojos de los hombres otorgan diferentes sentidos, de acuerdo con sus intereses y sus visiones del mundo.

En este orden de ideas, el que inventa es quien intenta llevar las manifestaciones objetivas hacia el terreno de sus ganancias subjetivas. De ahí que esta clase de inventores sean fabricantes y difusores de mentiras.

Tal vez los artistas cubistas fueron los que comprendieron y desarrollaron más eficazmente esta oposición entre descubrir e inventar. Partieron del testimonio de sus ojos y mediante la ruptura de la geometría consiguieron revelar entrañas desconocidas de los objetos.

He aquí la declaración de uno de ellos, Georges Braque (1882-1963), pintor y escultor francés quien junto a Picasso inició la escuela cubista: “La verdad existe. Solo se inventa la mentira”.

Llegar a la verdad tiene un camino. Exige preparación de la mente, especialización en la dureza de una ciencia o de un arte. A continuación, requiere incorruptibilidad en la visión. Es decir, apego a lo que dicen la naturaleza y sus leyes, y rechazo a cualquier halago o amenaza que pretendan viciar la indagación hacia algún provecho individual o de grupo.

El guitarrista Jimmy Hendrix supo identificar dos oficios humanos, caracterizados a grandes rasgos por su posición frente a la verdad. “La diferencia –expresó- entre el arte y la política es que el arte no permite decir mentiras”.

Se agregaría que la ciencia tampoco permite la mentira. Por eso la poesía es demoledora, o no es. Por eso la ciencia acierta, o no es. Por eso el Guernica de Picasso Pintó mejor la guerra civil española que sumados los discursos de Francisco Franco durante sus casi 40 años como caudillo.

En estas épocas de noticias falsas, de difusión de rumores embusteros, de dosificación programada de mentiras, la diferencia entre descubrir e inventar debería dar el triunfo a la verdad. Solo que la historia no va en línea recta, sino en procesos de dos pasos adelante y un paso atrás. O de zigzag, que es la manera geométrica de trazar este curso.

La preeminencia de la verdad es asunto de largo plazo, no del día a día de la sociedad. Pero los leales a la verdad guardan en su entendimiento una claridad. Es la confianza en que, por encima de los vaivenes, sus conciencias han permanecido aliadas de las ondas del viento y de los deslumbramientos de los genios.

arturoguerreror@gmail.com

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