Los desafíos de nuestros cerros

Antieditorial
13 de mayo de 2018 - 08:54 p. m.

Por Néstor G. Franco *

Los cerros tutelares, activo ambiental y de paisaje de los más importantes de Bogotá, hacen parte de la Reserva Bosque Oriental (13.142ha) y su marco legal data de 1976, cuando se hizo su declaratoria por el INDERENA, y es desde allí que las limitaciones de uso y explotación se encuentran instituidas, sin ser dable predicar que sean cargas insostenibles, en tanto que prima el interés general de salvaguardar tan esencial activo para la sostenibilidad ambiental de la región, más cuando algunos de esos neocampesinos se asentaron después de la declaratoria.

La CAR desde 2016 expidió el Plan de Manejo Ambiental (Res.1766), en estricto cumplimiento del conocido “Fallo de los Cerros” (C.E. 5.11/2013), para compatibilizar esa Reserva con la comunidad que la habita, reconociendo la preexistencia de diferentes usos y actividades llevados a cabo hasta el 2005, dándole continuidad y permanencia en el territorio, bajo ciertos lineamientos que buscan armonizarlos con la condición de Reserva Forestal y fomentando el uso de prácticas amigables. También incluye mecanismos que promueven incentivos para la conservación, a implementar conjuntamente con el Distrito Capital.

La normalización de viviendas es un proceso obligatorio para los predios ubicados en la zona de recuperación ambiental, pero para el resto de inmuebles preexistentes al 2005 es voluntario cumplir con este requisito, siendo el único elemento costoso adelantar el levantamiento topográfico de esas preexistencias al año 2005, y por ello la CAR hace gestiones para apoyar a los propietarios o poseedores en este requerimiento. Sobre bivienda digna, se permite el mantenimiento, restauración y reconstrucción de las edificaciones existentes, pero sin aumentar los índices de ocupación y construcción, previsión entendible en aras de evitar mayor edificabilidad, máxime cuando fue el mismo Consejo de Estado quien señala que no se podrán otorgar licencias, autorizaciones y permisos que permitan el desarrollo urbanístico o de construcción en la reserva forestal.

El tema esencial no gira en torno al Plan de Manejo de los Cerros, sino sobre el histórico abandono que el Distrito ha tenido de su comunidad campesina, bajo el equivocado creer que todos los bogotanos somos urbanos. Dentro de la estructura administrativa de la capital, jamás ha existido una Secretaría de Agricultura o ruralidad, pese a que más de la mitad de su territorio es rural; para los alcaldes que han pasado por Liévano el “campesino bogotano” no existe y por ende frágil es la presencia institucional o presupuestal en cerros; no pocos defensores de los cerros abren sus ventanales en la Circunvalar para gritar a viva voz en defensa del verde de ese paisaje, ignorando que allí también hay ciudadanos asentados hace cuatro o cinco generaciones.

Garantizar la conservación ambiental de los cerros orientales no debe reñir con brindar calidad de vida digna a quienes lo habitan, pero lo segundo no debe ser exigido solo a la autoridad ambiental o mermando la sostenibilidad de ese bien, sino a quienes tienen la suerte de la ciudad en sus manos, haciendo pactos cumplibles sobre regularización de servicios, ecobarrios, pago por “conservar”, y con estrategias adecuadas para que esa población se mantenga allí, protegiendo, reconvirtiendo sus prácticas y viviendo dignamente, y convencidos —como lo están— de no permitir nuevos pobladores en los cerros perennes de Bogotá.

* Director de la CAR Cundinamarca.

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