Los frugales

“Parco en comer y beber”: un deprimido. O un frugal. El segundo es la definición del diccionario, y aplica supuestamente para los Países Bajos. En donde se come muy mal (tres platos insignia: sándwiches, sándwiches calientes, pan con queso y jamón).

Los acompañan en su austera visión de mundo Suecia, Dinamarca y Austria. Se les sumó Finlandia. Capitaneados por el primer ministro liberal, de enfoque conservador, Mark Rutte, los frugales se la pusieron difícil a la Unión Europea y su recién aprobado fondo de recuperación económica.

El fondo arrancó con la promesa franco-alemana de 500.000 millones de euros en transferencias y llegó a feliz puerto con un acuerdo de los 27 socios de la Unión Europea por 390.000 millones. El primero de esa envergadura desde la Segunda Guerra Mundial.

Pese a lo histórico de la decisión, los frugales dieron muestras de impaciencia ante la idea de ayudar a países aparentemente menos virtuosos en el manejo de sus finanzas. Representan menos del 10 % de la población europea pero negociaron con todo. Con todo y el poder de los estereotipos.

Si el norte de Europa es la cuna de los que no alardean de sus riquezas (o eso dice la leyenda calvinista) ni despilfarran, en el sur se lo gastan todo. Perezosos e incapaces para el ahorro o las reformas, algunos duermen la siesta y otros son corruptos. Lo quieren todo regalado.

Reino Unido solía ser el encargado de vetar desde sus inicios cualquier proyecto colectivo parecido. Usualmente Alemania iba con los Países Bajos a estas batallas. Ahora la Unión Europea se acomoda a las nuevas circunstancias. Los ejes de poder giran. El fantasma de la extrema derecha, dirán los frugales con algo de razón, no tardará en convertir su euroescepticismo en campaña electoral. No hay que darle motivos.

En vez de virtuosos, económicos o frugales, en Francia muchos prefieren hablar de tacaños. Como sea, no hay nada frugal en el enorme puerto de Rotterdam, el más grande de Europa.