Los Idus de marzo

Lorenzo Madrigal
05 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.

Mucho le advirtió un arúspice a Julio César que tuviera cuidado con los Idus de marzo, así llamado en la Roma antigua el día 15 de este mes, fecha de buenos augurios, que no lo fueron buenos sino malos para el gran militar de la guerra de las Galias.

Este escrito es el último que acometo antes del día electoral que determinará la composición de Senado y Cámara en nuestro país, así como las tendencias para la elección presidencial de mayo y junio. Pero lo inmediato es el 11 de marzo, casi los propios Idus de Julio César y exactamente la misma fecha del trágico 11M, día siniestro para España, nuestra amada y adolorida patria grande.

Debo desechar los malos pensamientos y esperar que todo saldrá a las mil maravillas: que serán elegidos los que sean suficientes para un momento de rectificaciones, porque se precisan, aunque nada es perfecto. Aquí mucho se dice que hay que pensar en positivo, porque de lo contrario las cosas salen mal. Bueno, yo soy negativo con mucha frecuencia y es mejor que nadie me crea, lo que es sin duda más conveniente.

Me llamaron la atención las previsiones que en el foro de Semana hizo don Andrés García, experto en asuntos de la llamada red. Es de los pocos, si no el único, que presagia resultados en lo referente a Congreso, asunto complejísimo y enredado como bulto de anzuelos. Existe como rumor —desmentido y no se origina en García— que algunos de quienes encabezan preferencias tendrían “bodegas” de seguidores para hablar por ellos y para ellos en uno y otro foro y contestar con agresiones; en una palabra, para hacer presencia falsa a favor de su patrón digital. Equivalen a los repentinos y falsos tutelantes que colman despachos judiciales cuando se arma una tutelatón.

Según parece, veremos lo que, en juego de palabras, podríamos llamar los “idos” de marzo, para referirnos a aquellos que definitivamente desaparecerán de las curules o se alejarán de su ambición de ocuparlas, así como a ciertas precandidaturas presidenciales que ya no deberían desgastarse más, aunque la reposición económica detenga a algunas, en espera del dinerillo de su financiación.

Quedarán para las presidenciales los que fueron candidatos previsibles desde un principio. La democracia no da grandes saltos y menos ahora cuando importa más ser conocido que ser apto.

Hoy compiten el que dijo Uribe —en gran ascenso— y Petro, muy conocido, pero poco imaginado para la Presidencia. No es el exalcalde lo que se denomina un palo ni tampoco sorprende que un grueso del electorado popular se aferre a él como tabla de salvación. Tantas son sus necesidades y apremios. Vargas y De la Calle no se entregan, pero acusan desgaste y averías. No hay novedades que logren romper por sí solas la barrera del desconocimiento por un inmenso público, que es ajeno a lo público.

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