Hace falta una gran desfachatez .Se abre paso en el congreso y a la vista de todos, con ridículos pretextos, una maniobra propia de las repúblicas bananeras en su peor momento; una triquiñuela que debería avergonzar a quienes la promueven: seguir sacrificando principios para “resolver” a favor de los intereses de algunos en sus urgencias del día, pasando por encima del interés de todos. Mala política; politiquería.
La propuesta de extender periodos a alcaldes y gobernadores es, por si misma, una negación de la democracia al tratar de prolongar mandatos con tiempo predefinido, interpretando, a su acomodo, la voluntad popular y unas reglas mínimas, como en las dictaduras. ¿Queremos prolongar la mermelada tóxica? ¿El 20% que, de acuerdo con los mismos empresarios, se convirtió en coima no reglada de la inversión pública? ¿Los Feudos podridos en que se han convertido muchas estructuras criminales regionales que usan la política para “ejercer”?
Reducir costos y unificar periodos para optimizar la gestión, son disculpas sobre las que se ha tratado de construir una burda maniobra anti constitucional. Nuestra carta, Art. 262, establece que “La elección del Presidente y Vicepresidente no podrá coincidir con otra elección. La de Congreso se hará en fecha separada de la elección de autoridades departamentales y municipales”. La advertencia y sentido no son gratuitos: se trata de reconocer la necesaria pluralidad y expresión independiente del sentir popular cerrando camino al unanimismo. Exegética o dogmáticamente, el sentido es el mismo.
Remiendos como ese a nuestras normas, a medida de los interesados en cada coyuntura, nos trajeron hasta el lugar en que nos encontramos: la degeneración de la política y la pérdida de credibilidad en los partidos. Instrumentos que deben permitir fluidas relaciones entre los ciudadanos y el régimen político, convertidos, por cuenta de oportunistas, en herramientas para la politiquería. Tenemos varias reformas-remiendo de ese corte en lo que va del siglo, mientras, en realidad, todo en torno a la política empeora.
¿Reformas? Cada vez conocemos más casos de corrupción; los niveles de participación se han estancado; la Fiscalía ha demostrado la manera como en el nivel regional, pero no solo allí, estructuras dedicadas a la compra de votos han capturado a las instituciones de gobierno y la contratación, incluyendo sindicatos de concejales amangualados para elegir los entes que les van a controlar. ¿Prolongar los mandatos?
No deja de causar asombro que mientras la reforma política, atendiendo elementales argumentos, se ocupa de discutir la doble vuelta, cuando menos en las principales capitales, se pretenda prolongar el periodo a mandatarios elegidos por minorías. Hace más sentido, en ese caso, la propuesta de dejar abierta la puerta para la reelección de alcaldes y gobernadores, salvo por un detalle: acabamos de proscribir la reelección presidencial por que “no funcionó”. ¿Por qué debería funcionar ahora? Se ha abierto un debate sobre el que desconocemos su destino. ¿Reelección presidencial? ¿Extensión del periodo al actual presidente? ¿Alguien lo sabe?
En la reforma política existen cambios verdaderamente relevantes, como las listas cerradas. Esperemos que no se embolate en el camino.
No es con marrullas, como la extensión de periodos, que podremos anticiparnos a un populismo que no tiene capacidad de gobierno para proponer y se sustenta en la crítica al fracaso de la politiquería. Es una falsa dicotomía la que nos condiciona a seguir en lo mismo o caer al precipicio. Los partidos se han divorciado de la gran opinión con prácticas perversas como esta propuesta de reforma y no es haciendo lo mismo que podrán recuperar el espacio que han perdido.