Sombrero de mago

Los maestros no son “buenos muchachos”

Reinaldo Spitaletta
01 de mayo de 2018 - 04:30 a. m.

De los “buenos muchachos”, que ya todos deben saber qué clase de trúhanes eran, “Él” pasó sin solución de continuidad al “buen muerto”, cuando en otros días se había destacado, con “chuzadas” y todo, por aquella célebre frase, digna de filósofos de tienda y otros pensadores de cartel: “Te doy en la cara, marica”. Y ni hablar aquí de los “falsos positivos” que, según el don, los asesinados (o “dados de baja en combate”, de acuerdo con el régimen) no “fueron a coger café”, y se empaquetaron como un caso más de la larga historia de la impunidad en Colombia.

Al magisterio ni le fue ni le ha ido bien con el señor del Ubérrimo ni con sus acólitos. Por recordar no más, en el primer cuatrienio de este se comenzó el desmonte sistemático del régimen especial de pensiones de los maestros y se cerraron y fusionaron establecimientos educativos. Se incrementó la jornada laboral y se violó la autonomía escolar. Se abrieron las compuertas al autoritarismo y la antidemocracia en numerosas instituciones de educación…

Después, el reinado del hombre que repartió notarías y canonjías a granel para que le modificaran el “articulito” para la reelección estableció un régimen de desprecio y persecución hacia los educadores. Quizá en sus querencias estaba tener un magisterio dócil, arrodillado, que no fuera el llamado a dar línea sobre las resistencias civiles ni acerca de cómo enfrentar el despotismo. Tal vez sus intenciones eran las de minimizar las posibilidades de una educación científica, que privilegiara la búsqueda del conocimiento y de la libertad.

Y entonces había que intentar la domesticación de aquellos hombres y mujeres dedicados al ejercicio de la luz, cercenarles sus reivindicaciones y derechos y metamorfosearlos en ciudadanos de tercera categoría. O sin categoría. El sistema, como se sabe, requiere gente que sea parte de la grey, que se resigne, que no vaya a desobedecer ni a contestar. O, como lo advierte Fernando González en El maestro de escuela, “los poderosos protegen a los que se ‘adaptan’”.

Pero en sus ocho años de gobierno antipopular se topó con maestros desobedientes (aunque, se sabe, no faltaron los que votaron por su verdugo), con cuestionadores de las políticas oficiales en contravía de la enseñanza de la ciencia y la cultura. A fines de 2017, el expresidente que quiere tornar a la Presidencia en “cuerpo ajeno” la emprendió contra el profesor e historiador Mauricio Archila, de la Universidad Nacional, a quien acusó de ser un “apologista del terrorismo”.

Ahora, en su más reciente desbarrar contra el magisterio, el expresidente, que andaba por tierras caldenses promoviendo la candidatura de Duque (“no es mi títere”, dice “Él”), se dejó venir con una tanda insultante: “Los profesores lo único que tienen en la cabeza es la fuerza de la calumnia”. Y, como si la injuria fuera poca, agregó que “los profesores les enseñan a los estudiantes es a gritar y a insultar y les tuercen la conciencia”.

De inmediato, profesores de la Universidad de Caldas (que fueron el blanco de la agresión verbal) y de otras partes le recordaron al gañán los “golpes arteros” que su gobierno propinó a los maestros y a la educación pública. Y algunos ya lo retaron a participar en debates sobre la educación y el magisterio en Colombia.

Entre otros aspectos, el rol de los educadores está enmarcado, más que en la transmisión mecánica de datos, en enseñar a pensar, a discernir, al elevamiento de la conciencia, y, por qué no, a desobedecer. La educación no puede ser una herramienta de la domesticación, sino de la apertura mental, de aprender a no ser esclavos, de ampliar los horizontes del conocimiento. El profesor está llamado a enseñar al otro (al estudiante) a cuestionar, a crear muchas preguntas y a no “tragar entero”.

Si “torcer” la conciencia significa promover el arte, la literatura, la ciencia, la filosofía, entonces el profesor es un “torcedor”, alguien que muestra caminos, que es capaz de hacer que a los otros no “los asuste el ladrar de la jauría”. Si torcer la conciencia es enseñar el amor por el conocimiento, por la experimentación y la sabiduría, entonces, sí, el profesor es un ser que está en el camino de lo correcto.

La educación y los profesores son parte clave de cualquier país que aspire a repartir el progreso entre todos sus habitantes. Aquí, en Colombia, al parecer, y por la manera como ciertos dirigentes se refieren a los maestros, solo es una condición sin categoría, a la que se irrespeta y desprecia. El magisterio, como se nota, no está en la onda de los “buenos muchachos”.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar