Los modales de Duque

No es fácil entender qué es exactamente lo que quiere el presidente cuando habla de la importancia de volver a enseñar historia.

A veces pareciera que se juega la carta de la preservación de los buenos valores; a veces, que por “historia” debemos entender algo relacionado con civismo. En ocasiones, como cuando estaba en campaña, ondea las banderas del conservadurismo y la recuperación de cátedras en urbanidad, cercanas casi que a Carreño. Ahora va quedando claro que es todo lo anterior, su contrario y nada en absoluto.

Hace unos días Duque sugirió que el Museo de la Memoria, el mismo que por ley será construido como reparación a las víctimas del conflicto armado, prácticamente surge de las conmemoraciones del bicentenario. Una mentira indiferente a las experiencias de dolor que muchos han compartido, pero aplaudida por el auditorio.

También dijo que el Museo será un museo de historia de la ética. Para ninguno de los que asentían ha debido quedar claro de qué iba lo de la ética, pero tampoco era que importara. El Museo también lo será de la historia de la cívica. Un museo, entonces, que se origina en el bicentenario y se dedicará a la historia de la ética y de la cívica y más encima, también, de la democracia.

Es que ha llegado la hora, aclaró (como si ética, cívica y democracia fueran poco), de volver a la historia de la ciudadanía. Un museo de la memoria y de historia (que todo cabe) que va de bicentenario, ética, cívica, democracia y ciudadanía. Y ese popurrí a nivel nacional dado el “anhelo de muchas familias”.

El exparamilitar alias el Iguano explicó recientemente que los hornos crematorios empleados para desaparecer cuerpos fueron una reacción a una alerta de la propia Fiscalía que temía la existencia de fosas comunes. Ese es el nivel de las verdades que el presidente pretende que procesemos a punta de buenos modales y clases sobre cómo agarrar los cubiertos en la mesa.