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El arte y la cultura

Los murales de Diego Rivera

Manuel Drezner
29 de septiembre de 2020 - 02:00 a. m.

Que las obras de arte despierten polémicas sucede a veces, como ha pasado ahora, cuando un grupo decidió que una estatua recordaba la opresión española y la derribó. Eso hace recordar dos casos del pasado que tuvieron como centro al gran artista mexicano Diego Rivera, que fueron ampliamente comentados en esa época.

Uno de ellos tuvo que ver con un mural llamado Sueño de una tarde dominical en la alameda central, que pintó para un hotel en la capital mexicana. Esa obra maestra, que hoy se puede ver en un museo hecho especialmente para exhibirla, era un gigantesco resumen de los grandes personajes de la historia de México, desde la Conquista hasta nuestros días. El problema surgió porque una de las personas representadas era un filósofo del siglo XIX apodado el Nigromante, quien hizo un libro con el título Dios no existe, y Rivera lo pintó con el libro y su título en la mano. Cuando el arzobispo de México vio ese mural, dijo que él no participaría en ceremonias en un sitio con esa frase atea y se negó a bendecir la inauguración del hotel. Los principales intelectuales mexicanos participaron en la polémica que se armó e incluso algunos activistas, estos de derecha (no se puede culpar a la izquierda de todo) trataron de destruir la obra. El mismo Rivera sugirió que la solución era fácil, ya que dijo: “Que el arzobispo bendiga el hotel y me maldiga a mí y así se puede inaugurar”. Lo que hicieron fue tapar el mural con grandes cortinas y solo así el arzobispo accedió a la ceremonia inaugural. El hotel fue destruido por un terremoto en 1985, pero milagrosamente el mural salió ileso y fue trasladado al museo que se construyó para albergarlo.

La otra obra polémica de Rivera la pintó cuando se estaba construyendo el Centro Rockefeller, de Nueva York, y le contrataron al artista mexicano un gran mural sobre el progreso de la historia de la humanidad que dominara el recinto de entrada. Rivera, entre diversos personajes que habían contribuido a los avances de la civilización, pintó unas figuras del comunismo, en especial Marx y Trotsky, y eso a Rockefeller no le gustó nada. Él no estaba de acuerdo con que adalides comunistas estuvieran representados en su inmenso centro capitalista y después de agrias discusiones, el mural fue destruido. Cuando le reclamaron al empresario, este se limitó a contestar: “El muro es mío” y ordenó nuevos frescos con inocentes escenas bucólicas. Rivera volvió a pintar su mural con todo y Marx en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México y allí se exhibe orgullosamente.

La diferencia entre lo que sucedió entonces y lo que sucede ahora es que en ese entonces fue una lucha de ideas y no, como hoy, una expresión de fanatismo, que lleva a destruir hitos del pasado, importantes así sus actividades hayan sido censurables.

 

Alicia(96078)29 de septiembre de 2020 - 04:43 p. m.
Hay "hitos del pasado" que recuerdan la crueldad, el genocidio, la violación sexual, la usurpación de tierras y riquezas. Por qué lamentarse por la bajada de un pedestal a quien hizo parte de tantas horrores en nuestro suelo?
Megas Alexandros(2475)29 de septiembre de 2020 - 12:48 p. m.
No olvide, señor periodista cultural, que la cultura sirva sobre todo para aprender a ponerse en los pies del otro. Si no, no es más que cultura enciclopédica del que sabe todo pero jamás ha vivido nada.
hector(30389)29 de septiembre de 2020 - 05:38 p. m.
Mientras no aprendamos a respetar el pensamiento de los demás, y seamos incapaces de disentir con ideas y argumentos no habrá cultura que valga.
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