Los niños y la JEP

Javier Ortiz Cassiani
07 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

San Juan Nepomuceno es de los pueblos más bellos de Montes de María. Alguna magia tiene la gente de ese lugar —quizá, los corazones dulces de tanto comer galletas marialuisas— que, pese a haber vivido la violencia más espeluznante, conserva la esperanza. Fue territorio de presencia del Eln, del Frente 37 de las Farc y de las Auc, que mantuvieron a la población civil en medio de una aterradora guerra. La historiografía del conflicto armado en San Juan da cuenta de la masacre de Los Guaimaros y El Tapón, por ejemplo, en la que asesinaron a 15 campesinos en la zona rural del pueblo durante los primeros días de septiembre de 2002. Son muchos los relatos de desapariciones forzadas, de secuestros, de despojo de tierras, de masacres, de asesinatos selectivos, de mujeres violadas. San Juan Nepomuceno, como la mayoría de los pueblos montemarianos, no duda de la existencia del conflicto armado.

Hace pocos días el senador Álvaro Uribe se mostró ofendido por la imagen de unos niños con uniforme de colegio y su profesor con un tablero que decía “Espacio Regional de Construcción de Paz de los Montes de María #Abrazamos la JEP”. Publicó la fotografía en su cuenta de Twitter con un mensaje que hablaba de cómo el abuso de algunos profesores de la educación pública justifica la idea de que el Estado —con recursos públicos— pague una educación privada sin adoctrinamiento. Es decir, el senador argumenta que el apoyo a la institucionalidad legítima de la JEP evidencia un adoctrinamiento, que la manera de evitarlo es acabar con los colegios públicos y que —con una plata que no tenemos— los niños vayan a colegios privados en los que nadie adoctrina a nadie. Más allá de la insensatez en las líneas argumentativas para terminar emprendiéndola contra la educación pública, llama la atención que el senador no tenga el mínimo recato en publicar la imagen con los rostros de menores de edad y los ponga en el paredón de su red social, en la que sabe que es seguido por una buena parte de colombianos radicales y violentos. También, senador, quizá motivado por la incomodidad que a usted le causa la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), olvida que el profesor Atilio Vásquez —rector de esa misma normal— fue desaparecido por paramilitares el 27 de julio de 1997. Quizá no sabe que su esposa pasó años buscando sus restos y que sus verdugos no le precisaban el lugar donde lo habían enterrado. Quizá no sabe que el profesor Atilio lideraba colegios satélites que permitían que niños de toda la región asistieran a clases. Versiones a Justicia y Paz de Salvatore Mancuso y Juan Manuel Borré han revelado que bajaron al profesor de su moto cuando volvía a casa después de un partido de sóftbol, lo golpearon, lo llevaron a un sector llamado El Totumo, lo torturaron y lo mataron. No saben si su cuerpo fue arrojado a una fosa común o lo echaron al río.

Así que no se necesita adoctrinamiento, senador Uribe, para que una escuela tenga consciencia de lo importante que es educar para la paz y la democracia. Mucho menos cuando esa misma escuela ha vivido en su piel las crueldades de la guerra. No son unos niños de uniforme sosteniendo un tablero respaldando la JEP, es un proceso de nuevas generaciones preguntándose por la paz. Niños como esos, senador, estaban en la plaza del pueblo el día que se inauguró el monumento por la memoria de la masacre de Las Brisas, en el momento en el que familiares de las víctimas perdonaron al paramilitar que comandó la matanza. Esto es un ejemplo de reconciliación porque hay gente —niños y niñas—, senador, que tiene derecho a soñar con una vida en paz.

 

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