Los patriarcas del XXI

Arturo Guerrero
22 de marzo de 2018 - 11:05 p. m.

Bendición Alvarado, madre del Patriarca de García Márquez, estaba cansada de rogarle a Dios que tumbaran a su hijo, “porque eso de vivir en la casa presidencial es como estar a toda hora con la luz prendida”. Pues los presidentes de las superpotencias mundiales están hoy encantados de dormir con la luz prendida.

China, Rusia, Estados Unidos —solo falta India— son las tres enormidades geográficas del planeta. Sus habitantes pueden sumar la mitad de la humanidad. Sus primeros mandatarios son patriarcas de luz prendida a toda hora. Consolidaron sus eternidades hace muy poco. Xi Jinping y Putin este año, Trump el año pasado.

Son emperadores del orbe, aspiran a catapultar a sus países hasta donde logren arañar sus cohetes y sus capitales. Se sienten predestinados, reemplazan a Mao o al zar o a los padres fundadores. Sus caras de mármol o de remolacha figuran en todas las vallas, como soles.

¿Cómo se hicieron dioses? A golpe de purgas contra sus opositores, hostilizando a la prensa, convocando guerritas fáciles, abriendo el apetito de grandeza en los estómagos de sus ciudadanos que recuerdan los ufanos tiempos imperiales. Y, claro, mediante simulacros de democracia.

Los votos, sí, todos adoran las apabullantes papeletas de más del 90 por ciento de habitantes o de militantes del único partido. Saben con severidad para qué sirve el poder. Conocen sin pudor cómo se suman los votos, cómo se le tuerce el pescuezo a la desmirriada democracia para ponerla al servicio de su antidemocracia.

Antiguamente los dictadores vitalicios se trepaban mediante golpes de Estado, unos cuantos soldados muertos, agujeros en el palacio presidencial, estadios preparados para la tortura y abarrotados de sospechosos. Estos atentos modales fueron rechazados universalmente por los defensores de los valores humanos.

Entonces sofisticaron sus ademanes. Si no puedes vencer a la decencia y a sus procedimientos, únete a ellos. ¡Cómo no, con mucho gusto! Perfeccionaron maquinarias, ubicaron ojos sigilosos en cada cuadra y casa, mezclaron químicos y maledicencia en las copas de los rivales atrevidos. Nada ilegal, nada comprobable.

En recientes tiempos les llegó un aliado refinado, internet y su tecnología. De un extremo al otro del globo los hackers tienden hilos invisibles para enmugrar a los candidatos no deseables y engrandecer a los aliados convenientes. Suministran dosis estudiadas de falacia, inflan los monstruos del miedo, enfurecen los aires.

Esta semana se divulgó la concurrencia de la más categórica arma sin balas. La red social que enlaza a la tercera parte de los terrícolas entregó sus secretos a quienes manosean elecciones. No son despreciables estos secretos, son la descripción del alma de cada uno, de sus deseos y preferencias. Gracias a ellos eligieron a Trump.

Los ojos de este “gran hermano” fisgonearon en el brexit, se entrometen en Europa, husmean en México y Colombia. Dejan harapienta y zarandeada a la pobre democracia. Inauguran la eternidad de los patriarcas del XXI que duermen con la luz prendida.

arturoguerreror@gmail.com      

 

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