Los placebos

Augusto Trujillo Muñoz
24 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

La consulta anticorrupción es un placebo. Lo escribió, con muy buen juicio, el jurista Jaime Castro en su cuenta de Twitter, para poner de presente que “ni quita ni pone”. Los placebos son inocuos, inútiles, inanes. Carecen de elementos capaces de solucionar problema alguno, pero hacen creer a la gente que sirven para resolver algo. En términos políticos los placebos muestran, según el caso, simplismo, ingenuidad o artificio. 

Tanto desde el punto de vista periodístico, como político y jurídico, se han advertido las carencias de la consulta y la inutilidad de sus respuestas. Recuerdo haber leído hace poco un aserto inobjetable: ninguna de las denuncias que se han revelado últimamente sobre corrupción electoral encuentran solución en las disposiciones de la consulta del 26 de agosto. La jurista antioqueña María Cristina Gómez Izasa expresa en las redes que el problema de la corrupción no es normativo, sino cultural.

Se trata de una dolencia que se extendió por casi todo el organismo social, desde cuando el narcotráfico instaló en el país una subcultura de antivalores. El problema contaminó a todas las ramas del poder y a todo el mapa de la administración pública. También a la empresa privada, a las organizaciones sociales, a los medios de comunicación. Casi todos contemporizaron con aquel fenómeno en ascenso. Hoy, según palabras del rector del Externado de Colombia para presentar un nuevo estudio sobre el tema, los medios hacen escándalo, pero no hacen pedagogía.

El jurista Carlos Fradique-Méndez sostiene que la consulta es inconstitucional, ilegal e ineficaz. En su criterio no se pueden realizar consultas sobre temas que impliquen modificaciones a la Constitución Política. Las penas más drásticas solo pueden imponerse mediante reformas al Código Penal y, por lo mismo, no pueden hacerse por vía de la consulta. Esta no impone obligaciones a ninguna de las ramas del poder público. En efecto, la consulta anticorrupción es un placebo.

En cierta forma también fue un placebo la reunión de los expresidentes Gaviria, Pastrana y Uribe. Salvo este último, los otros dos carecen de influencia en el ciudadano común. Gaviria decidió no esconder más el manzanillo de Pereira y Pastrana, volver a la figuración. En el pasado los expresidentes solían ser una reserva moral de la sociedad. Hoy su influencia se agota en el país político. Muy poco le dicen al país nacional.

Una reunión de expresidentes suponía preocupaciones reales frente a la democracia. Esta de ahora solo se preocupó por la burocracia, pero quisieron darle características remediales. El respaldo a la agenda del gobierno está por verse. Pastrana se atrevió a decir que estaban iniciando el tránsito de la polarización a la reconciliación, como si tuvieran la llave mágica para lograr ese cometido. ¿O es que la tienen? En tal caso no estamos frente a una actitud demagógica, sino frente a una postura irresponsable de los tres expresidentes. Pero, en cualquier caso, es un placebo.

Entre tanto el presidente Duque volvió a hablar en Cartagena del gran pacto nacional, al cual invitó a los empresarios. Ese pacto sí ofrece respuestas a la problemática actual. Pero supone conversar con todos los sectores sociales para lograr amplios consensos. Sin un tránsito del monólogo al diálogo, terminamos en otro placebo.

*Exsenador, profesor universitario.

@inefable1

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